viernes, 14 de febrero de 2014

Personajes de nuestra época. Álvaro Pascual Leone


SIN DIVÁN

Álvaro Pascual-Leone: «Madurez es trascender
  el yo hasta sentirte en el todos»


Alvaro Pascual-Leone: “No sabemos aún cómo, pero el declive ...He aquí una sempiterna idea. Pero no cabe sorprenderse de que sea resucitada hoy por un profesor de Neurología en Harvard. Así es porque Álvaro Pascual, oriundo de la hermosa la ciudad del Turia, presenta en su sentencia un aspecto esencial de la religión órficopitagorica, también del pensamiento platónico, del tantra shivaísta cachemir, del hinduismo, del budismo, etc., etc., idea muy cara para el filósofo Plotino, (205-270) y para tantos otros individuos no menos nostálgicos de la Unicidad y, por consiguiente, contrarios a cuanto tenga que ver con la dualidad.

¿Porqué este revival y de qué se trata ahí? ¿Podemos traducir esa sentencia al lenguaje que le corresponde y presentar el deseo que la inspira? El lenguaje de esa sentencia, crucial en el haber de no pocos saberes, encubre la verdad de lo que tratan y, por lo mismo, engaña. Y engaña sin que el agente del saber sea consciente del engaño. Es decir, las personas que elaboraron esos saberes no sabían el deseo que los inspiraba; saberes que, por lo demás (y alguien diría, para más inri) forman parte de la cultura respetada.


Cerebro en forma: todo lo que tienes que saber (por Álvaro Pascual ...


El profesor Álvaro Pascual ilustra con su sentencia de la nostalgia por excelencia del ser humano, de la carencia ontológica del ser, diría el filósofo que se quiere estupendo. No creo equivocarme al considerar que este neurólogo valenciano desconoce la determinación de su sentencia, o sea, entiendo que la sentencia está determinada por la insufrible carencia-inconsistencia-deseo del Otro, o sea, por su inconsciente. Sea como fuere, de lo que no hay duda es que somos seres nostálgicos, y que la nostalgia es la más fiel compañera del sujeto humano. ¿Nostalgia de qué? Nostalgia por la pérdida de lo que Jacques Lacan denominó objeto a. Me permito recordar que se trata de un objeto que por perdido en la más tierna infancia se constituye en la causa de deseo de cada uno de nosotros, en la causa de un deseo nunca satisfecho del todo, insatisfecho en razón de que ningún objeto de la realidad (idea, persona, animal o cosa) coincide con el maravilloso y para siempre perdido objeto a (el agalma de los griegos, el Grial cristiano…,). En segundo lugar, Álvaro Pascual subraya en su sentencia, o sea, en lo que el Otro le hace decir, otro aspecto fundamental del ser humano descubierto por el psicoanálisis: el horror a la castración-separación del Otro, Otro que habitualmente encarna la mamá para el bebé. El hecho es que el horror del sujeto humano a la castración-separación queda recogido en muchas disciplinas en expresiones tales como el horror vacui, en el arte; en el oprobio a la dualidad-separación del pensamiento filosófico, o en la aspiración de goce-Todo en las religiones del Libro). Lo dramático del asunto es que el horror a la castración incita al sujeto humano a suturarla, a querer obturarla con objetos e ideas que ofrece al sujeto el Otro social –maligno las más de las veces–, y la no menos maligna pulsión de muerte, la misma que define, como acertadamente advirtió Freud, la tendencia de la materia orgánica a lo inorgánico. Y es dramática porque la castración simbólica es la condición y la garante de la salud psíquica y la felicidad.


Indico así que desde Pitágoras hasta las aseveraciones de no pocos físicos cuánticos y los acólitos de la terapia del mismo nombre, pasando por Descartes, Leibniz, Spinoza o el mismo Einstein, hasta neurólogos con Álvaro Pascual, nos ilustran, todavía, del horror del sujeto humano a la castración simbólica, de la insufrible herida narcisista, horror e insufrible herida para el Yo que queda recogida, como acabo de indicar en expresiones de saberes antiguos y modernos que tienen la pretensión de conjurarla, como, por ejemplo, desaparición del Yo individual en el No-Yo Universal; retorno del alma individual al Alma del mundo, ya sea con transmigración-metempsicosis o sin ella, logro del Goce Absoluto y Eterno después de la muerte para los puros de corazón; trascendencia del Yo en el Otro; comunión místicoespiritual con la Energía Universal).


Lejos pues de que la madurez sea trascender el yo hasta sentirte en el todos (a no ser, ciertamente, que alguien se refiera a la empatía, lo cual sería una tremenda banalidad), habría que convenir en que un signo inequívoco de madurez es, ante todo y aun fundamentalmente, advertir y asumir que el Narcisismo yoico que recoge la sentencia la «Madurez es trascender el yo hasta sentirte en el todos» es correlativo al morboso deseo de desaparición que quiere para el ser humano la pulsión de muerte que habita en él.

París, diciembre 2019
José Miguel Pueyo