HOY Y MAÑANA DE LA PRIMERA PANDEMIA
DE LA HIPERMODERNIDAD
DE LA HIPERMODERNIDAD
Fue un día como hoy
Muchas personas recordarán estos aciagos días. Pero es igualmente cierto que el sujeto creado por el Otro político, desde hace décadas por el discurso Capitalista, es desmemoriado. Jacques Lacan, el 16 de junio de 1975, en el gran Anfiteatro de la Sorbona, y como Apertura del V Symposium International James Joyce, conocido como Joyce, el síntoma I, decía: «Las casualidades nos empujan a diestra y siniestra, y con ellas construimos nuestro destino, porque somos nosotros quienes lo trenzamos como tal. Hacemos de ellas nuestro destino porque hablamos. Creemos que decimos lo que queremos, pero es lo que han querido los otros, más específicamente nuestra familia, que nos habla. Este ‘nos’ debe entenderse como un complemento directo. Somos hablados y, debido a esto, hacemos de las casualidades que nos empujan algo tramado. Hay, en efecto, una trama, nosotros la llamamos nuestro destino.»
La transformación del sujeto hipermoderno por los nuevos procedimientos tecnológicos, introduce en el campo de las ideas políticas uno de los asuntos cruciales de este siglo. Todo indica, además, que el llamado virus deWuhan ha venido para quedarse, y que ha potenciado al menos grandes transformaciones sociolaborales.
Tras esta cruel pandemia cabe esperar un debate pormenorizado desde el conocimiento de lo que nos determina para lo bueno y para lo que no lo es tanto. (Me refiero al genial descubrimiento que hizo Sigmund Freud en el recodo de los siglos). Puede ser así, aunque, en realidad, todo está dispuesto en el universo para que persista el narcisismo, acunado como está por el imperativo superyoico hipermoderno: ¡goza, goza, sin demora!
En resumen, la COVID-19,
según entiendo, operará un cambio sin precedentes en nuestras vidas. Mas de
ser así, la transformación la acusarán los de siempre, no menos que los creen que nuestra sociedad es la mejor de las posibles. Como es conocido,
no hay buena noticia si el sujeto humano no se reinventa.
¿Qué ha hecho fructificar la primera pandemia hipermoderna?
El coronavirus ha promovido la incertidumbre, la desconfianza, el sentimiento de irrealidad, la angustia expectante, mas también ha dado lugar a la indignación y la rabia y, claro está, a la muerte. Más 700000 personas infectadas y también más 60000 muertos en todo el mundo, a mediados de marzo, momento en que escribo este pequeño comentario. Los contagiados en Italia y España superan, en esa fecha, a China, y también en fallecidos. En nuestro país, han dado positivo más de 200000 personas, de ellas unos 4000 sanitarios, y los muertos ya superan los 29000, entre los cuales hay médicos y miembros de las fuerzas de seguridad del Estado, sin contrar los fallecidos en las residencias de ancianos; la cifra esperanzadora corresponde a las personas curadas, más de 60000 en este momento, aunque eso no implica, por los datos que conocemos, que estén inmunizadas. Solo en la Comunidad de Madrid el número de muertos, según nos dicen, superan, también a mediados de marzo, los 8000. No hay que ser un oráculo para saber que habrá «colas del hambre», que el desescalonamiento tendrá que ser gradual y por zonas, tanto más si el coronavirus se transmite por el aire, que la inmunidad, como acabo de señalar, no por estar una persona curada, será absoluta, y que la transformación de la delincuencia, en cuaquiera de sus múltiples formas, expondrá a muchas personas. En New York suenan cantos de apocalipsis, y todo indica que se extenderán, con más de 13000 infectados al día, al resto de EE.UU. El argumento ad baculum, en el sentido de llamada a la precaución, no es en este caso innecesario.
Científicos chinos afirman que el pangolín, un mamífero folidoto de la familia Manidae,
muy usado en la medicina tradicional china, puede ser el transmisor intermedio
entre el murciélago Rhinolophus affines y las personas afectadas por
coronavirus. (Estaríamos, por tanto, ante una zoonosis, sin duda ligada a la gran movilidad de las personas en las sociedades avanzadas). Pero quizá halla que darle la razón a Martín Heidegger (1886-1976) en aquello de las malignas consecuencias de la técnica.
El efecto mariposa de este virus ha logrado lo que ni siquiera ha conseguido el terrorismo islámico. Similar al MERS-CoV, síndrome respiratorio detectado por primera vez el año 2012 en Arabia Saudita, el coronavirus es una forma grave de neumonía que, del mismo modo que ha colonizado la política, ha sacado a la luz sonoros silencios y argumentos imaginativos cargados de ideología. ¿Dónde están los intelectuales de nuestro país a la hora de hablar de esta pandemia, y de existir alguno, qué medios de masas les han dado voz? Por otro lado, ¿por qué se llevo a cabo, el 8 de marzo, la conmemoración del Día Internacional de la Mujer (8-M), y la Euroliga de baloncesto, entre otros eventos? Que no nos vengan ahora con el cuento de que los expertos en sanidad habían dado luz verde. ¿Qué se habría dicho y aun hecho con el que hubiera prohibido, o simplemente aconsejara, suspenderlos?
Discretas son también algunas personas respecto a las «intenciones» de este virus, que, por lo que conocemos, no se fija en los niños y parece cebarse en los varones más que en las mujeres, y casi siempre en personas de edad longeva. (Falta de energía-metabólica, por consiguiente, fallos o degradación del sistema inmunológico). Siendo así, no comparto la imaginaria creencia de Isidoro de Munciar, quien, en el siglo XI, sentenciaba «Todo lo que le quitas a la naturaleza, ella te lo reclama después con creces.»
La socióloga Marina Subirats afirmaba recién que nos encontrábamos ante una situación inédita. Se me antoja que a esta profesora le ha pasado por alto que en el mundo hubo epidemias análogas a la actual y que, además, confunde ‘inédito’ con ‘imprevisible’. Contrariamente, pues, a lo que aseveran algunos profesores universitarios, nada hay de inédito en la primera epidemia global del siglo XXI, salvo la fecha: era conocido que podía ocurrir.
Tampoco comparto la atrevida idea de que una mano negra se dispuso acabar con los jubilados. No lo entiendo así. Pero no deja de preocuparme que el vicegobernador de Texas, Dan Patrick, afirme que «Los abuelos deberían sacrificarse y dejarse morir para salvar la economía». Hasta ese extremo llega el espíritu patriótico de algunos norteamericanos. El FMI (Fondo Monetario Internacional), a juzgar por un Informe reciente, tampoco se anda con chiquitas, «Los ancianos son una amenaza para la economía». Menos incluso considero que el coronavirus sea darwiniano por aquello de la selección natural, y que la supuesta mano negra quiso terminar con el exceso de población, que, según los partidarios de las teorías del clérigo anglicano Thomas Robert Malthus, soporta nuestro planeta.
Como en casos semejantes, siempre habrá gente inclinada al Carpe diem. (Más de 100000 denuncias y ya superamos los 1000 detenidos en España por no haber respetado el Estado de Alarma. En fin, al miedo de salir de casa, -de algunos-, quizá se vea compensado con 'la muerte es de otro', de los demás). Y es que a la malsana tendencia de evadirse de un fenómeno incómodo negando la realidad, algunas personas añaden el deseo narcisista de hacerse notar mediante conductas incívicas. Se conoce que el inconsciente recoge lo que uno quiere olvidar, y lo transforma en sueños, actos fallidos y/o síntomas. Mientras que algunos hacker, no todos de manera individual, pretenderán intervenir la red sanitaria y otras instituciones.
El coronavirus renueva la denuncia de otras catástrofes naturales: la falta de previsión de los gobiernos, la futilidad de la fama y el dinero, lo absurdo de la guerra y, por supuesto, la inutilidad de las creencias.
Recuerdos, tiempo libre y entretenimientos
A semejanza de los divorciados respecto a sus exparejas, a no ser por aquello de los hijos en común, la sangría de la manutención y/o la hipoteca, ¿quién recordará, ya no digo maldecirá, a los políticos que estaba en sus manos evitar esta funesta pandemia, o al menos minimizarla mediante medidas que previeran el desconsolado lamento de las personas que han perdido a sus familiares y amigos!
El drama del coronavirus estará para siempre presente en los que ya no volverán a abrazar a sus seres queridos. Para otros, empero, la desalmada pandemia no pasará de ser una anécdota de café, una historieta para los mayores en la plaza del pueblo. Los más afortunados comentarán el estado de sitio que introdujo otro estado, el de alarma. Quizá discutirán las medidas adoptadas por los gobiernos, y junto al todos a una contra un virus tan silencioso y rápido como asesino, la guerra sin cuartel contra el coronavirus con las únicas armas de la higiene de manos con jabón para romper las espigas del virus e impedir así que penetre por las mucosas del cuerpo, y quedarse en casa, o sea, el aislamiento social para impedir el contagio.
Todo se paró -España decretó el Estado de Alarma el 14 de marzo, cuatro días después que la OMS anunciara la pandemia-, silencio en ciudades y carreteras, y mientras las aguas venecianas adquirían su color original se esfumaba la polución de nuestras ciudades. ¿Acaso esto último no se sabía, por qué se dejaba malvivir e incluso morir a la gente a causa del aire contaminado! Quizá esta pandemia abra la puerta al Green New Deal.
Cómo no ser hoy corresponsables, cómo no cumplir la prescripción de estar separados y juntos al mismo tiempo, cómo no lavarse las manos siguiendo el sabio consejo del médico húngaro del siglo XIX Ingnaz Semmelweis, si en ello nos va la vida. (La bolsa y la vida). Sitiados en casa, habrá quien coja peso y/o trate de matar el aburrimiento y el sentimiento de irrealidad con Rakuten, HBO, Movistar+ o Amazon Prime Video, Netflix y otros canales de streaming, también con el móvil e internet, proliferará el teletrabajo, así como el rodillo de bicicleta, la gimnasia o el spinning. (No me imagino que, en estos azarosos días, aunque todo puede ser, a alguien se le ocurra leer un libro de autoayuda). John Maynard Keynes se preguntaba en Madrid, el año 1930, ¿qué harán las personas con tanto tiempo libre, no se aburrirán como las esposas de las clases adineradas, no será el ocio un problema mayor que la ocupación?
En cuanto a los muertos, tal vez puedan vivir la experiencia de Lázaro de Betania. Pero del mismo modo que el sentido es de la ciencia, en ocasiones, y de la religión, casi siempre para el abnegado creyente, solo un ser infinitamente maligno desearía que los muertos sufrieran los tormentos que contempla la fe.
La muerte llama a la puerta.
Unos dicen que de Dios.
Otros dicen no lo creo.
Mira Maruxina.
Mira como vengo yo.
Unos dicen que de Dios.
Otros dicen no lo creo.
Mira Maruxina.
Mira como vengo yo.
Se impone el deseo respecto a que el impenitente SARS-CoV2 mute a su dimensión más noble y, con ello, la curva epidemiológica se aplane. (De los respiradores, aparatos médicos que salvan vidas, no se quiere menos que estén donde se los espera. Pero la previsión es parecida a la del material imprescindible para evitar el contagio y la muerte. En cuanto a la vacuna, se nos dice que puede tardar al menos un año).
¿Déjà vu?
Siempre habrá algún político que denuncie que hubo un tiempo en el que se recortaban medios a la salud, la educación y la investigación. Y, en realidad, sería ingenuo pensar que vivíamos con altos niveles de seguridad sanitaria.
La reducción del gasto público, de ser desproporcionada, tiene, como ha demostrado esta pandemia, indeseables consecuencias. Hace más de una década, la razón ilustrada postulaba que las prioridades eran otras. Convergència Democràtica de Catalunya, partido político de Artur Mas, dejó la sanidad pública en la osamenta. Se entiende que el expresidente de la Generalitat de Catalunya no se prodigue en estos días. Las políticas de austeridad crearon enfermeras/os mileuristas, y doctoras/es a los que se recortó más del 30 por ciento del sueldo, y quienes podían se marchaban a trabajar a otros países. Se comprende que la diferencia de camas de UCI entre Alemania y España sea de aproximadamente 3 a 1 y, por consiguiente, la dramática situación de nuestros hospitales. No hay que ser un lince para saber que no por eso dejarán de proliferar los trapas, así como los palmeros que tanto gustan a los políticos y a cuantos creen que pueden despejar el camino de sus inconfesables deseos haciendo de la filosofía política una obligación, los mismos, en suma, que no dudarán en criticar a la gran e infernal máquina del capitalismo global para su propio beneficio.
Que Europa va tarde e incluso mal en esta pandemia, como denuncia la insuficiencia de testing, lo sabe todo el mundo. Y si por un casual quienes se creían fuera del viejo continente, no escapan al coronavirus, entre ellos el primer ministro inglés Boris Johnson. Pero no procede hoy insistir en las desacertadas medidas políticas.
Quiero plantear, eso sí, una cuestión general, que entiendo esencial, y que, del mismo modo que dura demasiado, interesa sobremanera al momento actual: ¿qué quiere el poder de nosotros?
• Los amos de los medios de producción anhelan la plusvalía del trabajo, que, como decía Lacan, es la sonrisa del capitalista. (Donald Trump es claro en este punto: «Hay que volver al trabajo»).
• Y desean también que seamos consumidores natos. Por consiguiente, nada de enamorarse de un objeto, sino desear uno nuevo porque el que acabamos de comprar ya se ha vuelto obsoleto. (Las ventas masivas irán bien solo para unos pocos, tal vez para los mismos que ampliarán su cartera con títulos de bolsa despreciados por la indolente pandemia. Rockefeller sacó partido en el crack del 29, y en el 11S, fueron los inversores a corto, entre los que se presume que estaba Osama Bin Laden, los que se llenaron escandalosamente los bolsillos).
Los instrumentos básicos de los que se sirve el poder para conseguir sus objetivos, esto es, para crear personas a la medida de sus anhelos, son los medios de comunicación, plagados de reality shows y de concursos a lo ¿Quiere usted ganar dinero, desea ser millonario y/o famoso? No ocurre de forma distinta en algunos noticieros y programas llamados de debate. Tampoco faltan, y no solo ahora, face news. Hay razones para convenir que la infodemia, como la del Dióxido de cloruro, no es la única. Lo lamentable de este asunto es que la postverdad suele tener consecuencias verdaderas.
No cabe olvidar que todos, absolutamente todos, hemos hecho del delirio algo normal y, por no haber tenido presente lo que decían algunas personas con acertado criterio, nos encontramos con las trágicas circunstancias actuales. Monos sordos, ciegos de trompazo en las farolas, y discutidores de futilezas, así se ha descrito en ocasiones al sujeto hipermoderno.
La biopolítica, clave del poder
Lo que antecede indica que nada, absolutamente nada, queda al margen de lo que Michel Foucault denominó biopolítica. No andaba errado el sociólogo francés cuando advertía que toda la existencia humana, desde el nacimiento a la muerte, había sido intervenida por el neocapitalismo. Entiendo, a diferencia de algún ilustrado pensador, que en el comunismo, en cualquiera de sus formas hipermodermos, no nos iría mejor. Pesimismo, se dirá. Mas de lo que se trata es de conocer que es el deseo humano, algo que conoce desde aquel metarrelato, incluso antes, que se encuentra en el primer libro de Antiguo Testamento, el Génesis.A la ingeniosa idea del filósofo francés, añadiré que el intervencionismo respecto al cuerpo y la mente, así como del alma, si fuese el caso, no ocurre menos, como he indicado, en el comunismo puro, de existir hoy algo parecido en alguna parte del planeta. Cierto es que en el nacionalsocialismo y en el comunismo, así como en todo régimen absolutista, las garantías jurídicas están abolidas.
Cierto es que el neocapitalismo
se ha apropiado de las subjetividades, que es tanto como decir que ha construido
con el mayor sigilo (coronavirus - coronocapitalismo) personas, que, por esa
razón superior, son individualistas, deseosos de fama y/o dinero, egoístas,
insolidarias, y no desechan cuanto tenga relación con el narcisismo. En esa identificación colectiva mucho tiene que ver la declinación del Nombre-del-Padre y el patetismo de los prohombres de nuestra época, lo que aleja la intervención de un sujeto emancipatorio.
El sujeto humano se aplica a lo peor tanto como a su contrario. Esta es una de las paradojas fundamentales del sujeto hipermoderno. Ciudadanos que, en ocasiones, rebosan solidaridad y altruismo, como se constata hoy en nuestro país. (Son las personas de las que poco o nada se habla, y menos aún se las recuerda y recompensa su entrega).
Resumiendo, los
agentes de la biopolítica han creado a personas que en todo se asemejan a sus constructores.
Pero es conocido como acabó lo de Adán y Eva por deseo de su intratable
Hacedor.
El discurso ideológico en época de tragedi
La fábrica del
mundo que es China, exótica no solo por sus gustos culinarios y la combinación
de lo tradicional con la más avanzada tecnología, salió en ayuda de algunas las administraciones,
algunas de las cuales eluden hoy la palabra desbordamiento y huyen de otra
expresión que no les concierne menos: falta de previsión
China
y Corea del Sur, del mismo modo que aprendieron, a diferencia de otros países,
del SARS1, han puesto a trabajar para todos sus empresas. La multinacional
taiwanesa Foxconn, el mayor fabricante de productos electrónicos del mundo, ha
puesto algunas de sus plantas a fabricar mascarillas quirúrgicas, mientras que
en España lo está haciendo Amancio Ortega, y muchos otros ciudadanos de forma
desinteresada. Por cierto, Ana Botín y otras personas del mundo empresarial se han
reducido el sueldo, pero hasta la fecha, que se sepa, no lo han hecho así los
políticos. (Éstos tienen la barra de argumentar que lo que hacen otros es populismo).
El país de Leonardo da Vinci fue diligente a la hora de demandar el imprescindible auxilio, tanto es así que brigadas rusas recorren hoy Italia desinfectando sus calles. Bien distinto al espectáculo que ofrecen algunos prohombres en las comunidades autónomas de nuestro país. Pese a la incerteza generalizada, todo lo que no sea independentismo le huele a cuerno quemado a Joaquim Torra, presidente (entre comillas) de la Generalitat de Catalunya. Entendería que este recalcitrante político se congratulase con el insidioso eslogan «'España nos contagia', lema que equivaldría a 'España nos mata'»; no menos con la salida de tono del concejal de la CUP, de la ciudad de Vic, que animaba a toser en la cara de los militares (UME: Unidad Militar de Emergencias) para echarlos del que, en exclusividad, cree su país. Tampoco me chocaría que algunos secesionistas aplaudiesen a Mark Serra Parès, militante del PDECAT y amigo íntimo de fugitivo Carles Puigdemont, por haber dicho «si me contagio… no me quedará saliva… y si les pasa algo a mi familia no descansaré hasta que lo paguen por cómplices del asesinato», en alusión al gobierno de España. Algunos políticos catalanes animarán las caceroladas que se preparan en Catalunya contra las fuerzas armadas que trabajan sin descanso en favor de la salud de todos. Y menos aún me sorprendería que no pocos de ellos estuviesen de parte de la fugada de la justicia española, la también independentista y miembro de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), Clara Ponsatí, que se burlaba de los muertos de la capital de España con el clásico dicho «De Madrid al cielo». Otra fiel seguidora del fugado de la justicia Carles Puigdemont, la expresidenta del Parlament de Catalunya, Nuria de Gispert, proponía una curiosa teoría sobre el coronavirus, «Lo cierto es que si fuésemos ya República -decía- y pudiésemos cerrar Catalunya y gestionar nuestros recursos, morirían menos catalanes». Los independentistas catalanes tampoco dejarán de felicitar al Consejo Federal de Suiza, refugio de las también fugadas de la justicia Marta Rovira y Anna Gabriel, por haber movilizado a 8000 militares contra la pandemia. No siendo una fanática separatista, quién ha podido olvidar que la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, dijo a los mandos militares, a los mismos que hoy cuidan de su salud, que se acercaron a saludarla en el Salón de la Enseñanza, en Barcelona, hace varios años, que sería «preferible» que no tuvieran un estand en el recinto, para «separar espacios.»
Europa es sinónimo de garantías jurídicas, pero la ideología es algo más que terca, por tanto, no solo por sus deshumanizadas proclamas.
Tiempos para la reflexión
Las pulsiones del padre de la horda primitiva (urvater) no nos han abandonado, y menos aún el malestar que la cultura conlleva. También por estas razones, no basta con que la fuerza política cree su propia temporalidad, como afirma el profesor de política y estética Jacques Rancière. La temporalidad sería vana sin la transformación de cuantos conforman los sistemas democráticos
En estos días es dable mencionar también al sociólogo Zygmunt Bauman, al menos porque no intuyó siquiera la posibilidad de que existiese algo parecido al COV-2, dedicándose a hacer de un significante, «sociedad líquida», el comodín para escribir libros de una sola idea.
Mención aparte merece el ideólogo por antonomasia del capitalismo postmoderno, el famoso politicólogo norteamericano Francis Fukuyama. Cierto es que su optimismo neoliberal es semejante al espiritual del historiador israelí Yuval Noah Harari, tanto o más que al del neocomunista Slavoj Zĭzĕk.
Entendería que Fukuyama redujera su euforia hegemónica al ver como los agentes de las democracias liberales no aprenden de los errores, evidencia de lo cual es la falta de previsión ante el primo hermano del enemigo invisible del SARS (Severe Acute Respiratory Syndrome) que hoy tiene sin descanso a los crematorios. (Los afectados solo tienen, en el momento de la muerte, el consuelo de los abnegados profesionales de la salud, pues el coronavirus ha abolido de la manera más inhumana el ritual de la última despedida).
La pandemia del 2020 no es comparable a la llamada Gripe Española, que entre 1918 y 1920 mató a más de 40 millones de personas en todo el mundo. Eran otros tiempos. Aquella gripe corría a lomos de caballo, el mortífero COVID-19 se transmite y replica a velocidad de vértigo, y con una definida ley que impide asemejarlo a lo que lo psicoanalistas conocemos como lo Real, por ser éste sin ley, sin sentido, y siempre acechando al sujeto desde el exterior con fuera diabílica, ante el cual, el científico, como apuntaba Lacan, solo puede sino angustiarse. Y cómo no recordar, otra ley, la neoliberal, que dejará fuera de este mundo a 300.000 personas al día, simplemente por no tener algo que echarse a la boca.
Nada ni nadie puede hacer que olvidemos que los siniestros acontecimientos de estos días demandan un análisis detallado del origen de la idiosincrasia del sujeto hipermoderno, pero también de la depredación ambiental, de las causas de la producción-consumo desenfrenados, y tampoco hay que olvidar los miles de millones de euros que han robado los corruptos.
Podemos analizar estas y otras cuestiones desde la denominada French Theory, esto es, con la lupa de quienes denunciaron al Otro político, el mismo gran Otro que cultivó la manera de ser del sujeto hipermoderno. Así, junto a Jacques Lacan, podemos releer estos días a autores como Jean-François Lyotard, Jacques Derrida, Gilles Lipovetsky, Jean Baudillard, Fredric Jameson, tanto más por los temerarios Corona-Partys y, en otro plano, revisar las ideas de Jason F. Brennan y de la activista canadiense Naomi Klein. Indico así que si algo sobra en esta infausta época son asesores de pacotilla, comentaristas que descubren la sopa de ajo, e impenitentes demagogos.
The party is over. El timing hoy es distinto. La extraordinaria crisis sanitaria nos conmina
al retiro, a la distancia preventiva, a cambiar tomar el sol por tomar
precauciones, circunstancias bien conocidas por el fundador y editor de Wikileaks, Julian Assange. Pero de ninguna manera podemos dejar de recrear el
pasado y el porvenir. Tanto más es así porque una vez resuelto el problema sanitario alguien
tendrá que pagar los platos rotos. (Casi todo se ha hecho mal y se reflejará en la cuenta de resultados. Pero
la cuestión, la principal, es quién será el pagano, amén de los muertos y, con ellos, sus familiares
y amigos, que ya lo han hecho). Y, sin duda, el coronavirus será, al menos por un tiempo, tema de debate. Porque pifiadas políticas habrá, y Dios quiera que sean las menos. Se escribirán libros, pero ¿quién querrá hablar de la muerte si la muerte es siempre la del otro?
¿Qué quedará del capitalismo y de nosotros tras el coronavirus?
Slavoj Zĭzĕk, crítico feroz del neoliberalismo capitalista y
de cuanto lo sostiene y promueve, es de los que creen en la «lección de la historia». Es decir, para Zĭzĕk esa antiquísima disciplina, con la lección del coronavirus, puede operar un cambio radical en la idiosincrasia
del sujeto hipermoderno. Se pueden plantear los tiempos:
1º) infección-muerte;
2º) confinamiento y muerte;
3º) descalonamiento progresivo y por zonas;
4º) vuelta a la normalidad-otra;
5º) rebrote y vacuna;
6º) y nuevo sistema de relaciones socioeconómicas y, por consiguiente, de valores: el neocomunismo.
Nada nuevo presenta el filósofo esloveno. Imagina, eso sí, que el coronavirus tendrá un efecto positivo secundario, pues opina que al mismo tiempo que esta pandemia destapará el insostenible capitalismo, ese golpe mortal contra el actual sistema económico actualizará el comunismo como sociedad alternativa. Es dable concluir que el coronavirus, según Zĭzĕk, vencerá al capitalismo.
El peculiar
lacaniano de izquierdas y amante del séptimo arte ha leído de manera sesgada la
máxima concluyente de Jacques Lacan, «el capitalismo es un sistema a reventar», a lo que habría que añadir, que el capitalismo goza de buena salud para reinventarse.
Zĭzĕk parece conocer poco al sujeto que a principios del siglo XX descubre Freud, y que las infaustas consecuencias de esta pandemia -que se originó, según informan, en Wuhan, la ciudad más poblada en la zona central de la República Popular China, capital de una provincia, Hubei, de 60 millones de habitantes- tiene entre sus causas la amnesia de los ideales de la Revolución francesa por parte del sujeto postmoderno. Esa enorme desmemoria muestra a las claras un deseo que se aviene bien, paradójicamente, con otro, como es el deseo del capitalista, aspecto que tampoco parece advertir Zĭzĕk. Ni siquiera hace falta recordar a este elocuente filósofo que el «Mayo del 68» no giró en el sentido que algunos esperaban, y que dio alas a la euforia neoliberal, con sus claros, pero también a la corrupción en sus abyectas formas de presentación.
Contrariamente a las opiniones de Zĭzĕk, otro filósofo, en esta ocasión el surcoreano, residente en Berlín, marxista y amante también del cine, Byung-Chul Han, afirma que ningún virus vencerá al capitalismo, por consiguiente, que Zĭzĕk se equivoca.
Por otra parte, el autor de La sociedad del cansancio, 2010, considera que China, -y no solo esta gran potencia mundial-, querrá exportar a Europa su modelo de control policial, un sistema que se verá apoyado por la vigilancia digital que tan buenos resultados ha dado en aquella república popular contra el coronavirus.
El covid-19, inigualable en maldad a lo que Albert Camus relataba en La peste, 1947, quizá logre la ciudad perfectamente gobernada. Pero de lo que no hay duda es de que el pretendido sistema de vigilancia superaría en mucho al panóptico ideado por el filósofo británico y padre del utilitarismo, hacia finales del siglo XVIII, Jeremy Bentham.
En esa misma línea
argumental, el historiador israelí Yuval Noah Harari, autor de Spiens. De animales y
dioses. Breve historia de la humanidad, 2011, más allá del deseable y obvio plan que ha diseñado para poner freno a la pandemia actual:
1º) Compartir información fiable.
2º) Coordinar la producción y
distribución de equipos médicos.
3º) Distribución asimismo de personal sanitario.
4º) Creación de una red de seguridad mundial.
5º) Y, preselección de viajeros), advierte del peligro de lo que llama la «vigilancia subcutánea».
Harari ve en este tipo de vigilancia una tentación de los gobiernos, con fines de control social, a partir de lo que han puesto en práctica algunos países para controlar el coronavirus. (De ocurrir tal cosa, entonces sí que habrá «algún adulto en la habitación», como a Harari le gusta decir, y el optimismo evolutivo de este escritor israelí, que conjuga el activismo político con los retiros espirituales, quedará en entredicho). La «vigilancia subcutánea» es una suerte de técnica veterinaria en el sentido de que todos podríamos alojar debajo de la piel un chip que pasaría información a una computadora central, una especie de Gran hermano, en tiempo real, de nuestro estado de salud.
De hecho, mientras que China ha frenado el coronavirus con estrictas cuarentenas físicas, Corea del Sur y Singapur han apostado por el ciber control. Esta tecnología de motorización de las personas a gran escala, como el reconocimiento dactilar, el facial, e incluso mediante el móvil, podrían convertirse en técnicas de control de nuestros comportamientos, deseos y emociones.
De hecho, algo similar a la «vigilancia subcutánea» ya está en marcha, pues el llamado big data indica que los datos que introducimos en internet y en el móvil, pese a la existencia de la Ley de Protección de Datos, es utilizado para crear nuevos servicios. Un análogo control es el que demostró, en esta ocasión en los toros, quien fue el pionero de pararlos en seco, el neurofisiólogo español, natural de Ronda, la bella ciudad malagueña donde está enterrado Orson Wells, José Manuel Rodríguez Delgado.
Ocurre que en favor de la «vigilancia subcutánea», un proceso histórico en fast forward, juega la evidencia de que acabar con la pandemia requiere medidas sanitarias globales y, por lo mismo, soslayar toda actuación en términos nacionalistas. (Este es un buen momento algunos entienden que, si los países del norte de Europa no quieren cooperar con los del sur, les falta tiempo para tomar la vía de los ingleses). Por otra parte, el coronavirus, como apunta Yuval Noah, ha desempolvado varios dilemas. El primero entre la vigilancia totalitaria y el empoderamiento ciudadano, el segundo entre el egoísmo individual y la solidaridad global y, por último, pero no por esto menos importante, el dilema asimismo ético entre la ciencia y los poderes públicos.
Si la «vigilancia subcutánea» se convirtiese en un protocolo universal, la preocupación no solo sería de Yuval Noah Harari. El mundo dejaría de ser el que es: los partidarios del transhumanismo verían sorprendidos por lo que puede llegar a hacer el ser humano, la libertad individual estaría seriamente comprometida, y las particularidades nacionales quedarían abolidas al quedar todo, absolutamente todo, supeditado a la fuerza del protocolo político global.
El zorro en el gallinero
Rusia y Asia, la primera en vías de ser capitalista y la segunda sumida en un comunismo disfrazado, pueden estar expectantes de lo que ocurra en Europa tras la crisis política, económica y social que producirá un virus que ha venido para quedarse. Sin necesidad de tensar la analogía, la peste negra, allá por el siglo XIV, estuvo en el origen de otros reinos, los feudales. Con todo, un nuevo y muy importante capítulo de geopolítica parece estar a la vuelta de la esquina.
Desearía haberme equivocado sobre lo que apunté al principio. (Fue un día como hoy
Existen razones suficientes para convocar a Publio Ovidio Nasón, célebre por ser el autor de Las metamorfosis y más aún por el Arte de amar, ya que puso en boca de Medea, Uideo meliora proboque deteriora sequor (Veo el bien y lo apruebo; sin embargo, es el mal lo que persigo). Valga aquí también el proverbio, Quien no aprende del pasado está condenado a repetirlo. Y sería un alivio que Freud no acertase, al menos en esta ocasión, cuando afirmaba que la política es el narcisismo de las pequeñas diferencias.
Habrá quien
albergue la esperanza de que el lema del poeta romano no es aplicable a las generaciones futuras, y que,
contra las enfermedades, las catástrofes naturales y el dolor que habitualmente
nos producen algunas personas, entre ellas no pocos políticos, hay algo mejor,
como acertadamente decía Freud en El malestar en la cultura 1929 [1930],
que hacer oídos sordos, las diversiones banales, el sentido imaginario de las
creencias, y la química de la tranquilidad y de la euforia.
Mediados de marzo de 2020
José Miguel Pueyo
In memoriam de Jean-Paul Sartre
Un día como hoy, hace cuarenta años, se fue
de entre nosotros, Jean-Paul Charles Aymard Sartre (París, 21 de junio de
1905-ibíd., 15 de abril de 1980), quien advirtió que estamos condenados a ser
libres. Razonamiento evidente, pues podemos elegir. El icónico filósofo francés
no sospechó las técnicas de control social que nuestros gobiernos están
dispuestos a generalizar, llámase big data o «vigilancia subcutánea».
Vaya en su recuerdo su acertada idea de que «Somos lo que hacemos con lo que
han hecho de nosotros.»
Puntualizaciones-resumen de
algunas cuestiones surgidas durante el curso «El Cine desde el Psicoanálisis».
Celebrado en el Museu del Cinema de Girona.
Octubre
– Noviembre de 2019
José Miguel
Pueyo. Psicoanalista. Doctor en Psicología
Sergio Domínguez.
Psicoanalista. Sociólogo
De la creación y la ficción
Siendo Ciudadano Kane, 1941, Persona, 1966, y El club de
la lucha, 1999, películas que ocupan un lugar destacado en el canon
cinematográfico y unánimemente consideradas películas de culto:
• señalamos durante el Curso que esos films no eran en sentido estricto creaciones
ficcionales, y que podía ser consideradas adaptaciones; mientras que la bibliografía al respecto apenas
contemplaba que la primera de esas realizaciones es la versión de una
biografía, la del magnate norteamericano William Randolph Hearst (1863-1951);
la segunda película casi una recreación biográfica de Ingmar Bergman
(1918-2007); mientras que el tercer film era la puesta en escena de la novela
homónima del escritor satírico norteamericano Chuck Palahniuk (Pasco, 21 de
febrero de 1962).
• añadimos que esas películas tenían algunos aspectos en común,
como el sufrimiento que implica la falta-a-ser, así como el deseo de recuperar el
goce perdido para siempre en la primera infancia, lo infructuoso de ese deseo, o
la Función-del-Padre como eje del modo de ser en mundo y el modo de gozar del
sujeto humano, entre otros igualmente destacables.
• e insistimos en que la musa del artista era el inconsciente (como Otro
saber no-sabido para el Yo consciente), y que esa determinación ponía en
cuestión el sentido ficcional puro y/o consciente.
Cuestiones sobre la lectura psicoanalítica del arte
Indicamos asimismo que:
• La lectura psicoanalítica del arte nada tiene que ver con la psicobiografía.
Por consiguiente, que no se trata de ir de lo que el realizador presenta en la gran
pantalla a la subjetividad del mismo, por tanto, a sus vicisitudes existenciales. Que Freud,
empero, realizó esa operación en algunas manifestaciones artísticas, y que no
solo por ese motivo en algunas ocasiones podemos relacionar la producción
artística con la vida del autor.
• Subrayamos que la lectura psicoanalítica no cerraba el sentido, no
abrochaba un significante con un significado, pero tampoco dejaba el sentido en
la suspensión de juicio (epojé), y menos aún caía en el relativismo.
• Precisamos los motivos de leer el texto, también el cinematográfico, como
si de un discurso significante se tratase y, por otro lado, la razón de preguntar
al texto por las cuestiones que plantea.
• Recordamos que, si bien los conceptos psicoanalíticos dan luz a la obra
de arte, los psicoanalistas debemos estar prestos a aprender del artista.
• Y que del mismo modo que los artistas podían adelantarse a lo que nosotros
descubrimos en la clínica, para los artistas suelen ser imperceptibles el
origen, sentido y valor de su obra, sobre manera en lo que concierne a la
subjetividad, y subrayamos que esta aclaración no constituía una consideración
negativa del artista por nuestra parte.
Respecto a la crítica
Señalamos que:
• El crítico neutro y fenomenólogo, con su portentosa memoria para los nombres de artistas, fechas y obras, tanto como el teórico, y el enamorado del autor y/o de una o más de sus obras, entre otros, debían explicitar la óptica desde la cual presentaban sus análisis (filosófico, político, social, creencial, económico, feminista…) si querían obviar la ideológica persuasión. Pues los ideales impelen a algunos comentaristas a aprovecharse de su posición académica, política y/o social.
• El crítico neutro y fenomenólogo, con su portentosa memoria para los nombres de artistas, fechas y obras, tanto como el teórico, y el enamorado del autor y/o de una o más de sus obras, entre otros, debían explicitar la óptica desde la cual presentaban sus análisis (filosófico, político, social, creencial, económico, feminista…) si querían obviar la ideológica persuasión. Pues los ideales impelen a algunos comentaristas a aprovecharse de su posición académica, política y/o social.
• Añadimos, en ese sentido, que ese aprovechamiento quedaba explicitado en
la vertiente imaginaria de la transferencia, transferencia entendida como
delegación de poderes al otro (como podría ser el caso del profesor respecto al
alumno, el sacerdote en relación al hombre de fe y el gurú con sus acólitos, etc.).
Diferenciamos, por lo mismo, la ética de los ideales (que corresponde al deseo
de un psicoanalista cualquiera), de la ética del bien decir del síntoma
o ética del deseo, que es la única que concierne al psicoanálisis (definida como deseo del psicoanalista), tanto
más porque el psicoanalista desaloja de su práctica la sugestión, el engaño y
la impostura, como recoge el mathema de la transferencia:
Estructura y lenguaje cinematográfico
• Pusimos un
interés especial a la hora de presentar la estructura de las películas comentadas,
entre otros motivos por los déficits de la bibliografía al uso. Fue así respecto
a las características de los prólogos y las secuencias que colegimos, algunas señaladas
como cruciales, en las partes de las mismas.
• No pudimos
por menos que comentar algunos aspectos de nuestra investigación histórica, sobremanera de las andanzas y deseos de las distintas etapas en que Orson Welles vivió en
España. Apuntamos que las cenizas del genial norteamericano fueron depositadas por su sobrina, Beatrice Welles, en un pozo de la Finca Recreo de San Cayetano, sita en la ciudad malagueña de Ronda, propiedad del amigo del genial realizador, el torero Antonio Ordonez. Y señalamos, de igual manera, los precedentes y las novedades que
presentaban las películas comentadas.
• Creímos relevante
destacar que la profundidad de campo, el uso del gran angular, los claroscuros,
los contrastes extremos casi nunca vistos en la gran pantalla, hacían pensar
que Orson Welles había visionado películas mudas como Nosferatu, 1922,
dirigida por el alemán Friedrich Wilhelm Murnau (1888-1931), o Fausto,
1926, del mismo director. Y que aquel niño prodigio que quiso ser torero y que
desde joven fue adicto a las comidas copiosas, tampoco fue ajeno a la fuerza
del expresionismo del alemán del productor cinematográfico Max Reinhart
(1873-1943), magnificado por el director de fotografía estadounidense Gregg
Toland (1904-1948). Se constató así en los sucesivos flashbacks de Ciudadano
Kane, acompañados con los acordes de enigmática atipicidad y contundente
instrumentalización de la banda sonora del estadounidense Bernard Herrmann (1911-1926).
No siendo menos sorprendentes los primeros planos en Persona, de Ingmar
Bergman.
Acerca de la constitución de nuestra manera de ser en el mundo y las tres
heridas al narcisismo
Tuvimos a
bien recordar que en el año 1917 Sigmund Freud (1856-1939) vio publicado uno de
sus pequeños grandes textos, «Una dificultad del psicoanálisis». En aquella
ocasión, al genio vienés no le tembló el pulso al proclamar haber alcanzado el
nivel de dos hombres claves de la historia de la ciencia como el astrónomo polaco
Nicolás Copérnico (1473-1543) y el naturalista inglés Charles Darwin
(1809-1882), alegando haber descubierto la mayor herida que cabía infringir al
sujeto humano.
Nicolás
Copérnico: La Tierra no es el centro del universo.
Fue la del célebre polaco la primera
afrenta al narcisismo yoico. Freud recordaba que el hombre creía que la Tierra se
encontraba en el centro del universo, y que el resto de astros se movían
alrededor de ella, pero Copérnico, en el siglo XVI, mostró a la opinión
ilustrada que la Tierra, lejos de ser el centro del universo, giraba en torno
al Sol. De este modo, el amor propio del ser humano sufrió el agravio cosmológico.
Charles
Darwin: El hombre es un animal más en la evolución de las especies.
La segunda injuria al narcisismo fue
la biológica. El hombre a lo largo de la historia se había vanagloriado de su
superioridad y diferencia respecto de los animales, y en cierto modo era
superior. Darwin, en el siglo XIX, y no sin tenaces opositores intentó demostrar
su teoría de la evolución, la cual hacía del hombre un singular animal, pero
animal de todos modos y, además, que el hombre estaba sujeto a la cadena
evolutiva del reino animal. Y no sólo eso, pues el naturalista inglés opinaba
que el hombre de su época no era la cumbre de la evolución.
Sigmund
Freud: El inconsciente está en el origen de lo que pensamos, deseamos y hacemos,
y de ello para nada somos conscientes.
Con el primer psicoanalista aconteció
el tercer y mayor ultraje al sujeto reducido al Yo-consciente. Freud comentaba
que el hombre, pese haber sido herido en su narcisismo en dos ocasiones (por Copérnico
y Darwin), aún se creía dueño de sí mismo. Sin embargo:
El Yo no es
amo en su propia casa.
El sujeto que descubre Freud en el
recodo de los siglos existía desde siempre, pero nadie hasta el primer
psicoanalista lo había advertido. El sujeto prefreudiano, bien parapetado en su
vanidad narcisista, creía que era solo la conciencia la que le permitía tomar
decisiones que armonizaban con sus deseos, obviamente conscientes. Esa era la
imaginaria pretensión del sujeto cartesiano. Se trataba de un individuo que quería
pensar que se agotaba en la conciencia, en el Yo, y que de existir alguna
determinación no era sino divina. Mas como es conocido, un genial vienés, el
doctor Sigmund Freud, sacó al sujeto del filósofo de La Haye de su ensimismamiento
al demostrar que el hombre no era dueño en su propia casa. Fue esta la tercera
y más importante injuria al hombre que se creía amo de sí mismo. En suma, el
descubrimiento del psicoanalista austriaco despojaba al hombre de su idolatrada
vanidad. (Siendo este descubrimiento, por lo demás, el que está en el origen de
muchas de las resistencias y críticas al psicoanálisis).
¿Qué sería del sujeto humano sin
esos descubrimientos?
• El narcisismo y la ignorancia
serían inconmensurables.
• Y por si eso no fuese suficiente, Freud
descubrió que cuanto deseamos, hacemos y nuestro modo de gozar es consecuencia
de la Función-del-Padre en el complejo de Edipo. Esta irrefutable circunstancia
tiene lugar, como también presentamos durante el Curso, en una época de la que,
por nosotros mismos, nada recordamos. Resumiendo, somos lo que somos, nos guste
o no, en virtud de la manera que nos han conformado en la primera infancia,
(después de los 5 años de edad aproximadamente Alea iacta est). Cabe
destacar entonces que toda modificación posterior, todos los cambios y
decisiones que habitualmente tomamos durante nuestra vida dependen del modo que
se ha ejercido Función-del-Padre en la temprana época el complejo de Edipo.
• Cómo entonces no subrayar que para
no sufrir la amarga experiencia de L’enfant sauvage, llevada a la
pantalla el año 1969 por François Truffaut (1932-1984), tenemos que ser bañados
en la niñez por las palabras atravesadas de deseos del Otro
familiar, el cual está inscrito en el Otro sociocultural (palabras
atravesadas asimismo por deseos, como son la lengua materna y las costumbres del
país que nos ha visto crecer).
Otro familiar y social ----- Sujeto al Otro
Cierto es que antes de Freud había
intuiciones al respecto, pero solo intuiciones. Por ejemplo:
William Shakespeare (1564-1616), con
el acierto innegable del poeta, decía en «Carta a un amigo»:
«Aprenderás que hay mucho más de tus padres en ti de lo que supones.»
El pensador y político Nicolás
Maquiavelo (1469-1527) no se equivocaba al señalar que:
«Muy pocos ven lo que verdaderamente somos,
pero todos ven lo que aparentamos.»
El existencialista francés Jean-Paul
Sartre (1905-1980), sagazmente advirtió:
«Somos lo que hacemos con lo que hicieron de nosotros.»
Pero fue Freud, como apuntamos, quien descubrió los
motivos de lo que decían aquellos insignes artistas e intelectuales, «El Yo no es amo en su propia casa.»
Mientras que Jacques Lacan (1901-1981),
en el Seminario II, El Yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica,
1954-1955, refiriéndose al poeta maldito Arthur Rimbaud (1854-1891), recordaba:
Je est un autre, Yo es otro. (Que puede traducirse
como
‘Pienso donde no soy, soy donde no pienso pensar’).
De la socialización, la salud
psíquica y los objetos de los que podemos gozar
Esbozamos, al hilo de algunas
preguntas surgidas durante el Curso, que la socialización del ser humano implicaba:
• El pasaje del
naturalismo instintivo-pulsional a la humanización de las pulsiones;
• que un pasaje igualmente
necesario es el que Freud presentó en Tótem y Tabú, 1913-4. Tanto es así
que se trata del pasaje que va de la tiranía del urvater al menos poder
que caracteriza a la democracia, un régimen político en el que nadie lo puede
todo.
• mientras que la
condición primera y esencial de la salud psíquica requiere cercenar-reprimir la
maligna ira del Superyó materno, diferente en todo al Superyó de la Ley de la
castración simbólica que debe ejercer la Función del Padre. Así es porque el
Superyó materno impele imperativamente a ¡gozar! Ordena: goza más, sin pausa ni
medida, compra lo último que te ofrece el mercado, compite, bebe, fuma, cercena
tus frustraciones gritando en el campo de futbol y/o peleándote con otros hooligans;
y también te puede soplar al oído: opta por hacer deporte, consume solo productos
bio, rebélate contra sistema capitalista viviendo en la austeridad y/o denegando
las vacunas, y si tienes una grave enfermedad recuerda que el mercado de
consumo te ofrece libros de autoayuda, etc., en suma, sé hiper en todo y goza sin
descanso. Se trata del goce maligno que caracteriza, como Freud advirtió, al
más allá del Principio del placer, goce que goza del sujeto hasta el extremo de
ser una marioneta del mismo.
En razón de que estos
aspectos son cruciales para la vida individual y social, creímos conveniente añadir
que:
• La Función-del-Padre
(castración simbólica) debe cumplir la normativizante función que tiene
encomendada desde los orígenes de la cultura. Es así porque compete a esta
función romper la primigenia Alienación del bebé con el otro materno (unión
narcisista - perversión primigenia), hasta producir la Separación de esa unión.
Le compete también reprimir el deseo de recobrar el goce-Todo perdido para
siempre de/en la primera infancia, goce que en Freud vendría a coincidir con la
«primera experiencia de satisfacción». Y es que el fallo de la
Función-del-Padre da lugar a una acentuada nostalgia por el primigenio objeto
de goce.
En resumen, la Función-del-Padre (función que no implica un sexo
concreto de quien la ejerce), o si quiere, el No del padre, está destinada a
pacificar los goces de completud, esto es, toda fusión narcisista y a reprimir
los deseos irascibles e incestuosos de cachorro humano hacía sus progenitores.
La Función-del-Padre produce
el vacío o agujero
de lo Real.
Perdido para siempre el objeto
petit a por la
Función-del-Padre, el sujeto
humano solo
podrá tener-gozar de objetos
imaginarios i(a)
del perdido para
siempre, semblanzas, en suma,
del objeto petit a,
mientras que este objeto, por
estar para siempre perdido,
se convierte en
causa del deseo.
• Agregamos que el
cachorro humano debe asumir las reglas del registro Simbólico, del lenguaje
humano para hacerse entender, reglas diferentes a las del lenguaje animal. Este
último se reduce a un código (el animal no hace chiste y menos cultura, y cuanto
hace está regido por la pura necesidad biológica), como demostró el premio
Nobel de Medicina en el año 1973, el etólogo austríaco Karl von Frisch (1886-1982).
Tales son los procesos fundamentales en la constitución subjetiva, siendo su producto
un:
Sujeto-de-desconocimiento
y escindido
(Méconnaissance
de cómo nos hemos constituido y de la causa del deseo y
de nuestra manera de gozar)
• En resumen, para lo
bueno y para lo que no lo es, esos factores nos hacen como somos, en realidad
poca cosa en el sentido de que somos un conjunto de identificaciones
inconscientes, identificaciones asumidas del Otro familiar y el Otro sociocultural.
• En El club de la lucha, David Fincher (Denver, 1962) sigue de cerca al novelista Chuck Palahniuk. El protagonista, un joven de aproximadamente treinta años de edad, insatisfecho de su trabajo como perito de una aseguradora de coches, (en la película el Narrador, Tyler Durden-Edward Norton), se crea un Ideal del Yo, Ideal que encarna el locuaz, arriesgado, irreverente, excéntrico y conocedor de las falacias del capitalismo tardío, Tyler Durden-Brad Pitt. Pues bien, ninguno de los dos que, en realidad, son uno, tienen historia familiar.
Resumiendo, el novelista y el realizador soslayan al Otro familiar en la historia del protagonista, y así es también respecto a la pareja del Narrador, Marla Singer, protagonizada por Helena Bonham Carter. Quizá el Narrador tuvo un padre semejante al severo y aun cruel de Ingmar Bergman, y de aquellos polvos estos lodos, como se dice. Pero quede claro, un padre colega, tal cual es habitual en la postmodernidad, no asegura nada. Resumiendo, todo el peso en la determinación de la subjetividad-idiosincrasia del protagonista (el Narrador-Tyler Durden-Edward Norton) recae en el Otro político-social-cultural, gran Otro del discurso y del goce que corresponde, en esta ocasión, a la sociedad mercantilista que caracteriza al capitalismo. En la película se trata, en efecto, del Otro neoliberal, astuto, maligno e inhumano, y que, por lo mismo, había que destruir, como ocurre al final de la misma. Experimentan él/los protagonistas en ellos mismos (sangrientas peleas), para después aplicar el explosivo experimento a las sedes financieras. Por tanto, la película del realizador de Denver no es ajena al ideario roussoniano: La sociedad, henchida de maldad, no puede sino corromper al ciudadano.
Freud, como cabía
esperar de él, decía en «Múltiple interés del psicoanálisis», 1913: «Nuestras mejores
virtudes han nacido, en calidad de reacciones y sublimaciones, sobre el terreno
de las peores disposiciones».
Las peores disposiciones son los deseos de algunos padres (definidos como padres estrago), no menos estragante, al menos en ocasiones, que el Otro político-social-cultural, así como las disposiciones pulsiones de la criatura humana, pulsiones sádicas e incestuosos. Todo ello se puede conjugar en el peor de los deseos: el de suturar la herida narcisista de la falta-a-ser, pues la nostalgia por lo perdido impele a recuperarlo en un afán de completud, de hacer de dos Uno.
Las peores disposiciones son los deseos de algunos padres (definidos como padres estrago), no menos estragante, al menos en ocasiones, que el Otro político-social-cultural, así como las disposiciones pulsiones de la criatura humana, pulsiones sádicas e incestuosos. Todo ello se puede conjugar en el peor de los deseos: el de suturar la herida narcisista de la falta-a-ser, pues la nostalgia por lo perdido impele a recuperarlo en un afán de completud, de hacer de dos Uno.
• Lo que antecede viene
a cuento de que esas circunstancias están en el origen de la manera de ser en
el mundo y de las producciones artísticas de Ingmar Bergman, Orson Welles y
David Fincher, entre otros muchos artistas, intelectuales y eruditos. Pero
también, aunque de distinta manera, de Hitler, Mussolini, Stalin, Teodoro
Obiang, el mariscal Tito, Slobodan Milosevic, Radislav Krstic y cuantos
tiranos, fundamentalistas, ladrones, criminales y psicópatas en el mundo hubo,
indeseables subjetividades que pueden repetirse. Freud, en su ensayo sobre «El
presidente norteamericano Thomas Woodrow Wilson. Un estudio psicoanalítico», recordaba:
Locos, visionarios, víctimas de alucinaciones, neuróticos y lunáticos,
han desempeñado grandes papeles en todas las épocas de la historia de la
humanidad, y no sólo cuando la casualidad del nacimiento les legó la soberanía.
Habitualmente han naufragado haciendo estragos, pero no siempre. Personas así
han ejercido una influencia de gran alcance sobre su propio tiempo y los
posteriores, han dado ímpetu a importantes movimientos culturales y han hecho
grandes descubrimientos. Han sido capaces de alcanzar tales logros, por un
lado, con la ayuda de la porción intacta de sus personalidades, es decir, a
pesar de sus anormalidades; pero, por otro lado, son a menudo precisamente los
rasgos patológicos de su personalidad, la unilateralidad de su desarrollo, el
refuerzo anormal de ciertos deseos, la entrega a una sola meta sin sentido
crítico y sin restricciones, lo que les da el poder para arrastrar a otros tras
de sí y sobreponerse a la resistencia del mundo. Tan frecuentemente está la
gran realización en compañía de la anormalidad psíquica que uno siente la
tentación de creer que son inseparables. Sin embargo, contradice esta
suposición el hecho de que en todos los campos de la actividad humana se pueden
encontrar grandes hombres que cumplen los requisitos de la normalidad. Con
estos comentarios esperamos haber aquietado la sospecha de que este libro sea
otra cosa que un estudio psicológico de Thomas Woodrow Wilson. Pero no cabe
negar que, en éste como en todos los casos, el conocimiento más íntimo de un
hombre puede llevar a una estimación más exacta de sus realizaciones.
Derecho y psicoanálisis
• Cabe ahora recordar
que psicoanálisis no exime de responsabilidad. Dicho de otro modo, el
psicoanalista ha venido para desalienar y desangustiar, en manera alguna para
desculpabilizar. Freud y Lacan lo recordaban, hecho que no invalida la idea del
psicoanalista parisino según la cual «hay un saber articulado del que, hablando
con propiedad, ningún sujeto es responsable.»
• El psicoanalista,
conociendo que Summum ius, summa iniuria, (esto es, que la aplicación
estricta de una norma puede devenir notoria injusticia), puede, como cualquier
otro profesional de la salud mental, esgrimir atenuantes del acto delictivo, o
sea, sobre el Ius puniendi (capacidad sancionadora del Derecho) y, por
supuesto, le cabe presentar las causas inconscientes del acto criminal y la
‘responsabilidad subjetiva’. Pero en ese momento acaba su acción, y son los
jueces, con los datos aportados por el psicoanalista, si es el caso, quienes
tienen la última palabra en asuntos criminales.
Del cine
• Presentamos el cine, en una primera aproximación, como una de las respuestas
del sujeto humano, que, por serlo, sufre la escisión, la spaltung del
ser: P
así representado en el álgebra lacaniana, entre lo inconsciente y lo
consciente). De ahí que reconociéramos en el llamado séptimo arte un consuelo
para la falta-a-ser del sujeto.
• Subrayamos que la falta-a-ser hace cultura.
Y lo que nadie desconoce, que el trabajo del artista, del intelectual… consiste
en crear objetos para el goce y el mercado de la cultura.
Gilles Deleuze (1925-1995) veía en el arte, y el cine es una de sus
variantes, una resistencia. Pero ¿a qué? Decía el filósofo francés, siguiendo de
cerca el pensamiento de su compatriota Michel Foucault (1926-1984), que el arte
debía ser una resistencia al control social, control que las ideologías capitalistas
ejercían mediante los medios de comunicación de masas, destinados a que
queramos lo que nos proponen. Todo ello, como se habrá advertido, en la línea
de la película de David Fincher. Pues bien, admitiendo como cierta la propuesta
de Deleuze, tanto más en el sentido de ‘pensar es resistir’, ocurre que el
vaciamiento de sentido que proponía el ‘filósofo del rizoma’ para que el arte se
convierta en una resistencia a la injerencia del Otro sociopolítico está en la
línea de la exaltación de la estética del no-relato. La moda postmoderna del
no-relato, moda que ensalza los minirrelatos frente a los imperativos fuertes
de la modernidad y los grandes relatos, como el marxismo, el neoliberalismo o
el cristianismo, tiene en la obra musical en tres movimientos del compositor
vanguardista norteamericano John Cage (1912-1992), denominada 4’33 minutos
(de silencio), uno de los ejemplos paradigmáticos, siendo cara a realizadores
como el banyolí Albert Serra (Pla de l’Estany, 1975). Quizá por ese motivo,
Jean Baudrillard (1929-2007), quien siempre se propuso iconoclasta respecto al
arte, veía en el arte postmoderno una simulación vergonzante, repetitiva y
depresiva.
Lo Real en el común de
los mortales, la religión, la ciencia y el arte
En relación a la
cuestión anterior recordamos que lo Real es uno de los tres registros o dit-mansiones
del sujeto, enlazado, en nudo borromeo, con el registro Simbólico y con lo Imaginario.
• Lo Real es lo
Imposible. Es imposible porque, como dijimos, el goce primigenio está para siempre
perdido para el sujeto normal, para el neurótico y para quien sufre la
estructura de la perversión, perdido, por lo demás, merced a la normativización
del goce que produce la Función-del-Padre en el complejo de Edipo. Pero también lo que siempre insiste (tendencia del sujeto al goce primigenio perdido por la Castración simbólica, la cual está llamado a ejercer la Función del Padre), y que lo que no cese de no inscribirse, por ese mismo motivo.
• Nos referimos a lo
Simbólico como lo Incompleto. Pues incompleto es el lenguaje, ya que al gran
Otro del lenguaje le falta un significante, -1.
• Mientras que lo Imaginario
corresponde al sentido. El sentido es un consuelo. Los humanos intentamos paliar
el dolor de la falta-a-ser, P, y de la pérdida del goce primigenio con el
sentido que nos procuran los objetos y las ideas del mercado de la cultura. A
algunos, como el Narrador de la película de Fincher, su inconsciente les
permite crear una vida paralela, un Ideal de Yo desde el cual se contempla
amable y un hombre acorde con sus deseos. Es así como el Narrador puede soportar
las insatisfacciones de su patética existencia. Paliar, en efecto. Pues por más
películas que un realizador haga, como fue el caso de Ingmar Bergman, o por más
dinero y objetos que uno coleccione, como hizo Charles Foster Kane, todo se queda
en un infructuoso intento:
Los objetos de la
realidad -i(a)- no coincidirán nunca con
el objeto más deseado y para siempre perdido
en la primera infancia,
el objet petit a.
Y al hilo de 'la
falta-a-ser hace la cultura', apuntamos que la
historia se empecina en recordar que el deseo de vida imperecedera de los antiguos
habitantes de las dos Tierras, así como el goce absoluto y eterno que promete
la religión del Hijo de Dios, no menos que objetos más prosaicos, como el
dinero, los honores y/o la fama, constituyen deseos que, en no pocas ocasiones,
fiscalizan la vida de las personas, como plasmó Yann Gozlam (Aubervilliers,
Francia, 1977) en su película Un homme ideal, 2015.
No podíamos dejar de
lado, por consiguiente, algunas posiciones del sujeto respecto al vacío de lo
Real. Por ejemplo, que:
• La Vida del común de
los mortales gira en torno al inconmensurable agujero de lo Real, o lo que
viene a ser lo mismo, gira en rededor del goce para siempre perdido en la más
tierna infancia. Lacan subrayaba que el sujeto humano no hace
sino repetir. Agujero o vacío de lo Real, como dijimos, sin posibilidad de ser
llenado-obturado-suturado con objetos de la realidad empírica. Una de las
representaciones artísticas de agujero de lo Real es la tinaja del mito griego de
las danaides. Y no es menos cierto que siendo irrecuperable el goce-Todo de la
primera infancia, el ser humano no cede en su deseo de recuperarlo. Metáfora de
esa infructuosa recuperación, entre las muchas que se pueden presentar, es la
búsqueda del Santo Grial. Razón y no poca tenía el poeta romano Publio Ovidio
Nasón (43 a.C.-17 d.C.) al poner en boca de Medea, en su Metamorphoses, Video
meliora proboque, deteriora sequor.
• El Arte se organiza
en torno al vacío de lo Real. Sin embargo, en ocasiones, el artista, movido por
su narcisismo, desea que su obra adquiera la dignidad de la Cosa en sí del
filósofo, el noúmeno kantiano, que coincida, baste indicarlo así, con el objeto
petit a, como define Lacan a la sublimación («Elevar el objeto a la
dignidad de la Cosa»). El sujeto humano es un ser nostálgico, un ser que le
horroriza el vacío. Existen innumerables ejemplos al respecto. En la escultura
y la arquitectura tenemos el Bote de Zamora, vasija singular del arte califal, o
la Pala d’Oro, retablo del altar mayor de la Basílica de San Marcos en
Venecia. En el cine encontramos también muchas representaciones de la herida
narcisista del Yo y del deseo de restañarla. Por ejemplo, El doctor
Franskestein, 1931, de James Whale, o en El coleccionista de huesos,
novela de Jeffery Daver, publicada el año 1997, y adaptada para la gran
pantalla por Phillip Noyce. Estas películas están en la línea del deseo de
Charles Foster Kane, en Ciudadano Kane, quien quiso recuperar el goce
perdido en la infancia (Rosebud, grabado en el trineo, así como la bola de
cristal con nieve, objetos bañados con las delicias de la infancia al lado de
sus padres) mediante objetos de la realidad (dinero, fama, propiedades, prestigio…).
De ahí su estrepitoso fracaso. Notorio es el horror vacui del ser humano
y, consecuentemente, el deseo de obturar el agujero de lo Real. En ocasiones el
llamado «Síndrome de Diógenes» no escapa a esa causa. Tal vez alguien piense
que el celebérrimo Platón (427-347 a.C.) no andaba desencaminado cuando afirmaba
que el arte era un fraude, un fraude porque el artista puede presentar sus
obras como si de «Ideas» platónicas se tratase. Esto último permite recordar que
Dogma 95 no eclipsó ninguna de las figuras del arte, desde el body
art al arte traumático, pasando por todas las representaciones de lo
abyecto y de lo obsceno.
Es dable en este punto
referirse a la prolificidad de Ingmar Bergman. El realizador sueco fue prolífico
en los dos aspectos esenciales de la vida del hombre:
⁃ en el trabajo,
⁃ y en las relaciones afectivo-sexuales.
El hijo del severo
ministro parroquial sueco de la Iglesia Luterana, Erik Henrik Fredrik Bergman
(1886-1970), fue prolífico en su trabajo: 41 películas, o quizá más, y no lo
fue menos en la vida afectivo-sexual: cinco matrimonios, 8 hijos, e innumerables
amantes. Pues bien, en el modo de ser en el mundo y las relaciones afectivo-sexuales
del aclamado realizador sueco tuvo mucho que ver la recomendación del pediatra de
la familia a aquella madre enferma del corazón y enfermera, -de
cabello peinado con raya central sobre una amplia frente, de cálida y franca
mirada bajo oscuras y bien dibujadas cejas, y de pequeñas pero fuertes manos,
que fue Karin Åkerblom ((1889-1966)-.
Una recomendación sobre su hijo, el pequeño Ingmar, quien demandaba de su madre
un amor incondicional. La recomendación del pediatra, «procure no responde a la
demanda de su hijo en los términos que está formulada», fue una orden para Karin.
La aplicación a rajatabla de la indicación del pediatra familiar, marcó una
distancia afectiva infranqueable con su hijo. En resumen, aquella brusca
separación afectiva persiguió a Ingmar Bergman durante toda su vida, hasta el
extremo que hizo de la mujer un eje fundamental, sino el mayor, sobre el que
giró toda su vida laboral y afectiva, una vida que no transcurrió sin
trastornos psicosomáticos como el estrés, el cansancio agudo y los desagradables
síntomas del colon irritable.
• La Religión y las
diferentes manifestaciones de la espiritualidad y del panteísmo, se presentan a
la opinión pública como lo Real del goce. Así lo denuncia el goce absoluto y
eterno que habitualmente prometen.
• Por el contrario, la
Ciencia no cree en el vacío de lo Real. Y pese a que no tiene el
propósito de llenar ese vacío, no es menos cierto que en la postmodernidad la ciencia se
ha convertido en una nueva religión.
Frente al vacío, agujero de lo Real, la aspiración de algunos artistas de que su obra ocupe ese lugar.
¿Quiénes son Ingmar
Bergman, Orson Welles y David Fincher, y qué película les salió?
En el último día del
Curso, y al hilo de diferentes cuestiones, presentamos someramente:
1º) ¿Quiénes eran,
respecto a su producción, los realizadores mencionados?
2º) Y ¿qué película les
salió?, para decirlo de una manera popular.
• Respecto a Orson
Welles (6 de mayo de 1915, Kenosha, Wisconsis, Estados Unidos - 10 de octubre de 1985, Los Ángeles, California, Estados Unidos), y a Herman Jacob Mankiewicz (1897-1953), entendíamos que dieron lo mejor de ellos en Ciudadano
Kane, (Orson Welles tenía solo 25 años de edad), como se desprende de sus
inacabadas obras y clamorosos fracasos. H.J. Mankiewicz, miembro del Círculo visioso de Algonquin, persona inclinada a la bebida, y según el crítico de teatro y periodista Alexander Woollcot, el hombre más divertido de New York, dijo en una ocasión a su amigo, el escritor Ben Hecht, «En Hollywood, -a donde él fue a probar suerte-, se pueden ganar millones, pues la única competencia son idiotas. Que no corra la voz». Por ese motivo, algunos de sus contemporáneos, decían que se había echado a perder.
Herman Jacob Mankiewicz |
En cuanto a qué film les
salió en Ciudadano Kane, dijimos que se trataba de una clarificadora
historia sobre el mencionado deseo universal del ser humano:
⁃ encontrar el objeto del deseo para siempre perdido, objeto petit a,
⁃ así como la
manifestación del fracaso de ese intento. No otra cosa demuestran las respuestas
a lo Real del goce, que, como velos de lo que cojea en los seres humanos (la
relación sexual que no existe, Il n’y a pas de rapport sexual y, por
consiguiente, L’amour est pas (moyenne) des rapports sexual; acte sexual,
oui, parfois, pues lo único que existe son los encuentros sexuales), quedan
expresados en el fantasma fundamental:
P4a
• Qué decir de Ingmar Bergman,
sino que fue
⁃ un genial realizador.
⁃ Pero no por ello
olvidamos que hizo del séptimo arte, no sin sudores y alguna que otra lágrima,
el medio de expresión para hacer público los claroscuros de su biografía.
Qué película le salió a
Ingmar Bergman en Persona.
⁃ Para nosotros se trata
de un ejemplo prínceps de cómo un síntoma (el silencio-mudez de la
actriz Elisabeth Vogler) oculta un deseo (el conflicto entre el ejercicio
profesional y la vida familiar),
⁃ a lo que habría que
añadir el fracaso de la psicoterapia por la contratransferencia (de la
enfermera-terapeuta Alma), y las interpretaciones salvajes de la doctora, y
sobre todo de Alma.
• En cuanto a David Fincher, vimos en él:
⁃ a un singular y no menos paradójico realizador, como lo demuestra su trabajo en películas de ciencia ficción (Alíen, 1992), de anticapitalismo (El club de la lucha, 1999), de terror y suspense (Pérdida, 2014), y series de intriga para la televisión como House of Cards, 2013, dado que, entre otras razones, algunas de esas producciones no están exentas de un componente moral.
⁃ a un singular y no menos paradójico realizador, como lo demuestra su trabajo en películas de ciencia ficción (Alíen, 1992), de anticapitalismo (El club de la lucha, 1999), de terror y suspense (Pérdida, 2014), y series de intriga para la televisión como House of Cards, 2013, dado que, entre otras razones, algunas de esas producciones no están exentas de un componente moral.
⁃ De ahí que en Fincher quepa
ver el realizador que no encuentra su guion.
Qué decir de la
película del director de Denver:
⁃ El club de la lucha quizá
fue lo que Fincher nunca quiso y menos imaginó: un film sociopolítico, sí, pero
con una gran carga moral como es una versión postmoderna de la regeneración de
la deshumanizante sociedad capitalista. Dicho de otra manera, una película de
una sola idea: la del sueño de ser lo que el protagonista no era y, por ende,
de venganza de aquel joven desilusionado de su rutinaria vida y de su trabajo, desilusionado
sobre manera de los objetos del mercado de consumo de la sociedad capitalista
que él no dejaba de comprar. Esta circunstancia quizá fue la que convenció al
novelista satírico Chuck Palahniuk a construir un personaje que se creará, en
su imaginación, solo en su imaginación, una vida paralela para poder soportar
su insulsa existencia.
Esta película bien
merece seguir el comentario, y no solo porque hace veinte años, concretamente
el 5 de noviembre de 1999, se estrenó en nuestro país. Sabemos que estamos ante
uno de los films de culto de la postmodernidad. Pero lo realmente destacable es
que El club de la lucha es una película polisémica en el sentido de que puede ser
interpretada como:
⁃ Una sátira del
capitalismo tardío.
⁃ Una versión postmoderna
del ideario pedagógico del ginebrino Jean-Jacques Rousseau (1712-1778),
entendido como «la sociedad corrompe al individuo.»
⁃ Para otras personas la
película de Fincher puede ser un alegato a favor de un nuevo sistema político,
social y económico, como podría ser una variante de fascismo o del nacionalsocialismo.
Se trataría, entonces, del deseo de un padre severo capaz de reprimir las pulsiones.
Thomas Hobbes (1588-1679) vio la solución-respuesta a su conocida sentencia «El
hombre es un lobo para el hombre» en el Leviatán, el rey absolutista a
quien los ciudadanos delegan sus poderes.
⁃ Habrá quien reconozca
en este film su vertiente propagandística, bien construida por la ingeniería
mercantil, para promocionar las artes marciales mixtas (conocidas en inglés
como MMA, de Mixed martial arts).
⁃ Desde la óptica
feminista podría entenderse como una crítica al patriarcalismo y a la masculinidad
tóxica, tanto más por excluir cualquier concepción del mundo en el orden de l’Egalité
entre les sexes.
⁃ Para otras personas
prevalecería la interpretación sugerida en la novela de Chuck Palahniuk (Fight
Club, 1966), como es la relación homosexual entre el Narrador y su
creación, el Ideal de Yo, relación que llegaría a ser la condición de la
excitación sexual.
⁃ Y, por último, aunque
no por eso de menos importancia, se podría ver en esta película un consuelo
psíquico del protagonista (el Narrador) para sostener el deseo, deseo de acabar
con la idiotización en la que lo ha sumido el sistema político, social y
cultural capitalista, un orden inhumano llamado a ser subvertido.
Es dable presentar, ya
sea brevemente, los aspectos de esta última interpretación:
1º) El Narrador (Tyler
Durden, el joven que encarna Edward Norton) advierte un día la insulsa,
aburrida y ridícula vida que lleva sobre sus hombros, así como la causa de todo
ello, el sistema capitalista. Alguien se lo sopla oído, -en
la película en la mesa de un bar-, el amigo imaginario
que se ha creado, Tyler Durden, protagonizado por Bard Pitt.
2º) A ese amigo
imaginario, al alter ego (Tyler Durden - Bard Pitt), el Narrador le hace
cumplir la función de Ideal del Yo y, por ende, le asigna las características
que desearía para sí mismo, características que son el contrapunto de su aburrida
y rutinaria existencia.
3º) Esa construcción
imaginaria y un tanto psicótica, como herramienta para sostener el deseo del
protagonista (del Narrador), da lugar a dos momentos en la película:
⁃ en el primero vemos que
el Narrador asume plenamente el Ideal del Yo que se ha creado. Tanto es así que
lleva a la práctica uno de sus deseos: el deseo de ser un hombre capaz de salir
bien parado de las circunstancias más adversas, (ejemplo de lo cual son las sangrientas
peleas entre hombres, con reglas específicas, las cuales tienen lugar en
ámbitos lúgubres), y el deseo también poder conquistar a las mujeres. Tal es el
prolegómeno, también el experimento, para llevar a cabo su principal deseo,
pues será éste el que le proporcionará cuanto desea.
⁃ En efecto, en el segundo
momento, el Narrador, aplica la experimentación destructiva de las peleas entre
hombres a la destrucción del embaucador sistema capitalista. Así es por su
inquebrantable creencia de que el capitalismo mercantilista es la única causa
(por tanto, una causa exterior a él como es el Otro político, social y
cultural) de su miserable existencia.
4º) En las últimas
secuencias de la película, el Narrador (el mencionado Tyler Durden-Edward
Norton) destruye dos cosas y crea una:
⁃ primero mata de un
disparo en la boca a su propia creación, al Ideal del Yo (Tyler Durden-Brad
Pitt). Esta destrucción-muerte solo es un efecto estético en la película, pues
el deseo sigue vivo en el Narrador.
⁃ Acto seguido, el
Narrador, henchido del narcisismo de ser el Único Agente del Deseo, destruye las
sedes capitalistas, por tanto, los listados de las tarjetas de crédito. La
filosofía anarquista del Ideal del Yo y el discurso nihilista del mismo Tyler
Durden-Brad Pitt, se concreta en el deseo del Narrador: la destrucción, como
acabamos de decir, de lo que según él lo convirtió en un ser patético por sumisión
a los dictados de la propaganda capitalista.
⁃ Ahora bien, hay
resaltar otro deseo en el Narrador, quizá menos vengativo y narcisista, como es
el de crear una sociedad mejor que la dominada por el capitalismo tardío.
Decimos quizá pues quién no alabaría como si de un dios se tratase al agente de
semejante hazaña destructiva.
⁃ Es más, la destrucción
de las sedes del mercantilismo capitalista es contemplada por el Narrador de la
mano de su joven pareja, fruto también de su imaginación (Helena Bonham Carter,
en el papel de Marla Singer). Se trata, por tanto, de una pareja tradicional
bendecida por el amor.
Cada una de las cinco
interpretaciones mencionadas tienen algo de verdad. Pero es esta última la que
pensamos que explica mejor el espíritu del guion. En la secuencia final de la
película, Fincher, quiso, siguiendo, como dijimos, la novela homónima de Chuck Palahniuk, que el espectador contemplase la
destrucción del mundo, destrucción contemplada a su vez por la recién
mencionada pareja de enamorados. No estamos seguros si Fincher quiso hacer del
Amor, como en su día imaginó de alguna manera el filósofo griego Empédocles de
Agrigento (h. 495-h. 444 a.C.), la fuerza de la que advendría un nuevo orden universal,
en esta ocasión una sociedad mejor que la que impele al consumo compulsivo, en
ocasiones de bazofia, que tanto agrada al neoliberalismo. Sea como fuere, y sin
necesidad de remontarse a Das Kapital, 1867, de Karl Marx (1867-1883), el
trabajo de Fincher debe mucho a estudios como L’ère du vide. Essais sur
l’individualisme contemporain, 1983, del crítico de la sociedad postmoderna
Gilles Lipovetsky (París, 1944). Esta película sin duda fue aplaudida por la
activista canadiense Naomi Klein (Montreal, 1970), no menos que por uno de los
principales teóricos del cyberpunk, el profesor cultural estadounidense
Douglas Rushkoff (New York, 1961), así como por el sociólogo alemán Wolfgang
Streeck (Lengerich, 1946), autor de How Will Capitalism End?, 2014,
entre otros agudos críticos de la sociedad de consumo capitalista. El punto
discordante lo pondría el politólogo estadounidense Francis Fukuyama (Chicago,
27 de octubre de 1952), por su conocida apología del capitalismo neoliberal.
⁃ Queda por saber si del
amor puede advenir la sociedad deseada por el Narrador y, por ende, un orden social,
político y cultura mejor que el conocido.
⁃ Por otro lado, cabe incidir
en la realidad psíquica que la película presenta: sostener el deseo, también el
de destruir el sistema capitalista. Sueño, en efecto. Pero un sueño, como es
conocido, que ha sido acicate para otras personas, para aquellos que han
intentado e intentan hacerlo realidad.
• Pocos desconocen que
en La vida es sueño, obra estrenada en el año 1635, Pedro Calderón de la
Barca (1600-1681) decía «Los sueños, sueños son». Pero el loado dramaturgo andaba
errado si pensaba que el ser humano podía configurar su vida sin dejarse llevar
por el destino. ¿Qué es el destino? Al insigne madrileño le fue imposible
advertir que uno de los nombres del destino y sin duda el más importante es la
Función-del-Padre, y que, si podemos modificar nuestro destino, esto es, dar un
giro a nuestra manera de ser en mundo y/o cambiar nuestras decisiones, es
porque lo permite esa crucial función.
El arte no puede hacer
feliz al artista
En El malestar en la
cultura, 1929 [1930] Freud explicaba que nada hay dispuesto en el Universo
para que nosotros, los humanos, seamos felices. En efecto, el sufrimiento nos
amenaza por tres lados:
⁃ Desde el cuerpo,
condenado a la angustia, a la decadencia y, en fin, a la muerte.
(Ser-para-la-muerte, como gustaba presentar al hombre el filósofo alemán Martin
Heidegger (1889-1976).
⁃ Por los factores
naturales del mundo exterior, fuerzas impredecibles capaces de encarnizarse en
nosotros con potencia implacable, y que, en ocasiones, destruyen cuanto hemos construido.
⁃ Otro foco de
sufrimiento son las relaciones sociales, las cuales provocan frustraciones y
penas por los avatares que comportan.
Freud, no obstante, era
optimista. Pensaba que la ciencia lograría desbancar la superstición y el engaño.
Pero mientras llegase ese anhelado día, era comprensible, decía, que el hombre echase
mano a los lenitivos que se había procurado. Recordaba que los lenitivos y
quitapenas eran de tres tipos:
⁃ Distracciones
poderosas que nos hacen imaginar pequeña nuestra miseria.
⁃ Satisfacciones
sustitutivas que la reducen, como el arte, la filosofía, la religión o la
política.
⁃ Y narcóticos, los más
rápidos y eficientes lenitivos, drogas legales o ilegales que nos tornan
insensibles nuestros pesares cotidianos y nuestra condición de ser
sujetos-para-la-muerte.
No es extraño, concluía
el primer psicoanalista, que el hombre, para evitar el sufrimiento, rebaje sus
pretensiones de felicidad. Así lo recoge la fórmula lacaniana del mencionado fantasma
fundamental:
P 4 a
• Recatamos de la
memoria expresiones populares como «la pintura es un consuelo terapéutico», «escribo
para no volverme loco», en razón de que el genial escritor irlandés James Joyce
(Dublín, 2 de febrero de 1882-Zúrich, 13 de enero de 1941) fue un psicótico que
pudo zafarse del manicomio. ¿Cómo? Su inconsciente le permitió hacer un
Sinthome, un cuarto nudo, ∑, y así, por su singular narcisismo yoico y su arte
escriturario anudó el desenlazado nudo borromeo de la psicosis, desenlazado por
el fallo, radical en su caso, de la Función-del-Padre.
• Ahora bien, ‘el caso
Joyce’ no es generalizable. Quiero esto decir que el arte no es un
procedimiento a proponer para evitar los síntomas de las psicosis. Y no lo es,
entre otras cosas, porque el objeto, lejos prescribirlo el psicoanalista, debe
ser un invento del paciente, aunque ese invento deba tener presente al
psicoanalista. Prueba del fracaso del arte sin la intervención del
psicoanalista fue la hija del aclamado autor de Finnegans Wahe, 1939, Lucia
Joyce (1907-1982). La danza profesional no fue suficiente para atemperar
siquiera los síntomas de la grave esquizofrenia que sufría, síntomas que empezaron
a manifestarse en el año 1930 y tras su alejamiento del escritor irlandés Samuel
Beckett (1906-1989).
• El psicoanálisis,
como sin duda se habrá advertido, no es un discurso como los demás. Siendo esto
evidente, es igualmente cierto que no son suficientes una serie de conferencias
para que el lego en esta materia haga ese descubrimiento. La infatuación del
ego, amén de las resistencias culturales y sociopolíticas, constituyen un gran
obstáculo para que el saber (preguntas, respuestas, consideraciones…) se
despliegue en dirección a la verdad, siempre particular (o sea, rompan las
identificaciones que habitualmente tienen anclados-avasallados a las personas).
Esto último permite reconocer que no toda la palabra cura. Baste recordar en
este sentido el poder sugestivo de los discursos ideológicos, en mayor o menos
medida la religión, el espiritualismo panteísta, la filosofía práctica, así
como no pocas disciplinas psicoterapéuticas. Ninguno de estos discursos se hace
cargo de la ‘cuestión de la falta del sujeto’, crucial no solo en la etiología
de las enfermedades mentales. Pero todos y cada uno de esos discursos, llevados
por la nostalgia de esa misma falta-a-ser que caracteriza al sujeto humano y que
lo diferencia de los otros seres vivos que pueblan el mundo, no dudan a la hora
de presentar respuestas a lo imposible del goce del Otro (JA, en el álgebra
lacaniana), provocando así una nueva identificación imaginaria y, por lo mismo,
un engrosamiento de la infatuación del ego y de la pasión de la ignorancia.
• Asimismo, se habrá
advertido el acierto de Lacan cuando decía que «El inconsciente no deja ninguna
de nuestras acciones fuera de su campo». Permítasenos añadir que el
inconsciente es una creación en lo dicho, por tanto, del decir. Por
consiguiente, el ‘inconsciente colectivo’ es un error comparable al imaginarlo
como un receptáculo de representaciones.
• Como postrera
consideración pensamos que tal vez cabe ver en Orson Welles, «a un gran realizador
de obras inacabadas», en Ingmar Bergman al «apasionado trabajador que, pese a
su denodado esfuerzo, no logró alcanzar el primigenio objeto de deseo», en David
Fincher a «un realizador que no encuentra su guion», mientras que para Woody
Allen no proponemos ningún calificativo, pues el mismo se contempló como «un
director que se avergonzaba de sus películas». Es conocido que otros no menos afamados
artistas quisieron que sus obras fuesen publicadas póstumamente, mientras que
no pocos prefirieron lanzarlas a la papelera, al menos a algunas de ellas. Unos
y otros es omo si se hubiesen dado cuenta de que:
Tampoco es eso: Los objetos de la realidad empírica, i(a)
distan de ser el objeto agalmático, el petit a)