En («Hedonismo, bienestar y depresión». El Punt Avui. Martes, 20 de
mayo de 2014., p. 25), el profesor de genética y divulgador de la
ciencia David Bueno, presenta una encomiada glosa de la moral
eudemónica, que este investigador de la Universidad de Barcelona
pretende fundamentar en algunos
descubrimientos de las neurociencias, y al mismo tiempo que obvia la
realidad sobre este asunto, social, económica y/o política, hace de la
moralina filosófica y de la identificación ideológica la terapia de
elección de la depresión, a la espera, sin duda, de un nuevo fármaco
para erradicar incluso el malestar del hombre en la cultura.
El M.Hbl. Jordi Pujol, referencia de las virtudes eudemónicas
Recuerda el profesor Bueno que la moral eudemónica, en la corriente
aristotélica que rescata del acervo filosófico, concierne al placer y al
bienestar que obtienen algunas personas mediante un sentimiento de
utilidad y con un objetivo vital social, no únicamente individual. De
ahí que el comportamiento eudemónico sea el contrapunto, desde aquella
lejana época, de otra de las formas fundamentales de lograr placer, como
es la hedonista, pues las personas hedonistas hacen del placer personal
la razón principal de la vida, y suelen ser individualistas.
Alguien podría pensar que el profesor Bueno persigue algún beneficio del
político, en esta ocasión del Sr. Jordi Pujol. Mas a mí se me antoja
que falla en su propósito. Al menos podría ser así porque ¿qué puede
pensar el expresidente de la Generalitat de Catalunya al enterarse de
que Bueno lo menciona en una idea tan conocida como repetida por muchos
críticos de la cultura! Así es en razón de que Jordi Pujol expresó su
disgusto, como el mismo Bueno apunta, porque desde mediados del 1970 y
de la mano de fortalecimiento del estado de bienestar habíamos entrado
en una etapa hedonista, en la que «el placer, y no el propósito de una
sociedad mejor y más justa y el esfuerzo que eso reclama [… se había
convertido] en la razón principal de la vida.»
Una sociedad con tendencias hedonistas puede favorecer a la depresión y, en general, a que el grado de bienestar de los adolescentes sea menor
He ahí la tesis, por extraño que pueda parecer, que se propone defender
el profesor Bueno. Lo pueril de la misma, el manido recurso del
condicional y aún el ideológico del cambio de modelo educativo («puede
favorecer», puede influir negativamente en los adolescente), sólo es
disculpable cuando se reconoce en este genetista a un divulgador de la
ciencia, como él se presenta, pues nada obliga al divulgador de la
ciencia tener rigor científico, o sea, epistemológico y ético.
La tesis del profesor Bueno se concreta en una ecuación causal que recoge su peculiar visión de las neurociencias: la moral hedonista da lugar en muchos casos a la depresión y aun al suicidio entre los adolescentes. El aval científico de Bueno, según indica él mismo, es el siguiente: «Un trabajo que se acaba de publicar en la revista PNAS sugiere que estos dos hechos, hedonismo social y depresión en los adolescentes, podrían estar conectados». Es decir, el fundamento neurocientífico que presenta este profesor e investigador de la Universidad de Barcelona es «un trabajo», un solo trabajo, y además en ese trabajo sólo presenta «una sugerencia» sobre el asunto en cuestión.
La tesis del profesor Bueno se concreta en una ecuación causal que recoge su peculiar visión de las neurociencias: la moral hedonista da lugar en muchos casos a la depresión y aun al suicidio entre los adolescentes. El aval científico de Bueno, según indica él mismo, es el siguiente: «Un trabajo que se acaba de publicar en la revista PNAS sugiere que estos dos hechos, hedonismo social y depresión en los adolescentes, podrían estar conectados». Es decir, el fundamento neurocientífico que presenta este profesor e investigador de la Universidad de Barcelona es «un trabajo», un solo trabajo, y además en ese trabajo sólo presenta «una sugerencia» sobre el asunto en cuestión.
De la imprecisa fundamentación de las causas neurológicas de la depresión
La competencia antidivulgativa del profesor Bueno queda demostrada en
la explicación que proporciona de los resultados del aludido trabajo de
investigación: «Se ha visto –dice- que, en adolescentes, el patrón de
activación neuronal durante la manifestación de comportamientos
hedonistas o alternativamente eudemónicos de un área concreta del
cerebro -el núcleo estriado ventral- implicada en las funciones
ejecutivas permite predecir su predisposición a manifestar síntomas
depresivos.»
Como se habrá advertido, al divulgador de la ciencia que es el profesor Bueno no le interesa en absoluto presentar qué cambios específicos se han constatado en el núcleo estriado ventral del cerebro cuando una persona obtiene placer al modo hedonista o, por el contario, a la manera eudemónica.
Pero la elisión epistemológica no va sola. El hurto de los cambios observados en el núcleo estriado ventral en los dos modos apuntados de la obtención de placer, se acompaña de una petulancia predictiva que podría disculparse de no verse envuelta, como me hace observar un amigo mío, por el tipo de moral de lo políticamente correcto, ajena, también, al proceder que se espera de un científico: «… un carácter eudemónico o manifestar comportamientos más eudemónicos -afirma Bueno- ofrece una cierta protección contra la depresión, y se ha visto también que es correlativa con una autoestima más elevada, unos niveles de angustia y de la ansiedad más bajos, mas sentimientos de felicidad y más motivación personal.»
Desinterés clínico
Tampoco la clínica
es un factor de interés para el profesor Bueno. A la omisión de la
estructura subjetiva de los adolescentes, añade el descuido del
diagnóstico diferencial. Baste indicar aquí que a los padres les
preocupa sobremanera el aburrimiento de sus hijos en edad infantil y en
la adolescencia, preocupación que favorece el consumo y, por ende,
verifica el sentido del pseudiscurso capitalista, tal como lo planteó
Jacques Lacan en el año 1971. Es así porque en los nuevos objetos, los
tecnológicos en particular, algunos padres, no pocos en realidad, ven un
remedio adecuado, eficaz y aun inmediato contra ese mal. En realidad,
hoy en día y respecto a esas épocas de la vida, los objetos para el
entretenimiento que propone el capitalismo, en detrimento del juego
tradicional y el interés por la cultura y su análisis, se han
constituido en un recurso contra los berrinches, el sentimiento de
soledad, la lasitud en los estudios, y también para evitar la vida
comunal y muchas veces marginal fuera de núcleo familiar, la tristeza y
la depresión de niños y adolescentes. Éstos síntomas son frecuentemente
la respuesta del niño y del adolescente al divorcio de sus padres, a la
configuración de una nueva familia, a las disputas entre los
progenitores, a las mudanzas, pero también al fracaso respecto a lo real
de la sexualidad, que se juega con angustia, inhibición, así como con
el caudillaje transgresor que oxigenan los grupos expuestos al
vandalismo y a la extorsión. En la edad adulta, los cambios y las
pérdidas también están en la causa de muchos fenómenos y síntomas, pero
no son equiparables. En la edad adulta, ya no es tanto el estrés de los
cambios y la inmediatez de lo deseado, menos aún la huída por las
razones aludidas, sino sobre todo la frustración que genera el fracaso
de los proyectos y las expectativas, de cualquier tipo y casi siempre a
medio o largo plazo, lo que da lugar a síntomas coyunturales o a
despertar déficit estructurales, y de ahí, en ambos casos, la tristeza,
la depresión, el arrebato y/o la violencia, por consiguiente los
fenómenos del acting out y del pasaje al acto en sus diversas
modalidades, entre ellas el suicidio como aspiración pulsional al reposo
eterno de la muerte.
Ideología terapéutica y moralina
Bueno explica que en el sujeto humano hay «tendencias innatas que no se
pueden ignorar». ¿A qué tendencias se refiere este profesor de
genética? No habla de las pulsiones primarias, a las que sin duda
tendría que referirse. Sin duda tendría que haber hablado de las
pulsiones, no así si desconoce que existen; y omite asimismo la
predisposición de cachorro humano, a diferencia de los otros animales, a
hablar un lenguaje diferente radicalmente al de todos los seres vivos
conocidos.
El profesor Bueno habla de lo que pretende saber. Pero va errado asimismo en su segunda loa. Se trata ahora de la terapéutica de la depresión, el suicidio, y del malestar en general, terapéutica que quiere individual y social. En lo individual, es la trasnochada terapéutica del aprendizaje que es el cognitivismo conductual; mientras que en lo social, echa mano al recurrido discurso filosófico y político del cambio social: «… la personalidad […] se puede modular con el aprendizaje». Pero también «… vivir en una sociedad con tendencias hedonistas que muchas veces valora la inmediatez como el factor de éxito sobre la cooperación, puede favorecer, a través del funcionamiento del cerebro, que el grado de bienestar de los adolescentes –medidos según la autoestima, la felicidad, la motivación, la angustia y la ansiedad- sea inferior al que tendrían si vivieran en una sociedad eudemónica.»
La relación entre la filosofía moral y la ciencia neurológica que establece el profesor Bueno, está ideada, quiero pensar por el inconsciente que lo habita, para que el hombre/s no se de/n cuenta de lo que no anda por serlo, por ser hombre, o sea, por la introducción del Verbo en lo real de su ser. Más allá de la está evidencia, evidencia desconocida como todo apunta por el profesor Bueno, es fácil advertir en sus reiteradas aseveraciones una ineludible apuesta por el Yo, por consiguiente del anhelo de reducir al sujeto humano a esa instancia psíquica narcisista. Con ese anhelo, el profesor Bueno sigue la tradición ideológica de salvar al Yo, hecho que, paradójicamente, y esto es otro punto obscuro en el pensamiento de este investigador, reclama amor de un amo, de un Yo que está asimismo impelido a mostrar su odio al prójimo, y que persiste en su ignorancia de esas pasiones tanto como de que no es amo en su propia casa. Y es que como decía Jacques Lacan «La animalidad no descansa… no hago de ningún tipo de filosofía; desconfío de ella, por el contrario, como la peste.»
Un investigador ajeno a la metapsicología
No tanto así a lo político, al menos porque además de recordar el Sr.
Jordi Pujol, tampoco olvida el informe, publicado este mismo mes de
mayo, sobre la epidemiología, alarmante, de la depresión en nuestro
país. En cualquier caso, no parece que el profesor Bueno haya
considerado suficientemente que a los jóvenes, a los mismos a los que se
les pedía esfuerzo como condición para conseguir un trabajo digno, se
vean ahora en el amplio sector de los segregados por un sistema aupado
por inoperantes, corruptos y desaprensivos políticos.
José Miguel Pueyo
Blanes, 23 de mayo de 2014.
Diari
"Ara"
David
Bueno: "La fidelitat és, en molta mesura, una qüestió genètica"
Inventar
"Som l'única espècie que ha basat la seva supervivència en la
creativitat" Condicionats "Som molt menys lliures del que ens
pensàvem" Droga "L'enamorament segueix un sistema semblant al de les
addiccions a les drogues"
MARTA
BAUSELLS | Actualitzada el 29/06/2011 00:00
David
Bueno (Barcelona, 1965) es dedica a investigar com la biologia determina la
nostra conducta. Professor a la UB,
actualment treballa en recerca al voltant de com es forma el nostre cervell i
també al Centre de Recerca i Estudis en Conflictologia de la UOC, en què aporta la
perspectiva genètica a l'estudi de per què algunes persones són més agressives
que d'altres. El seu llibre L'enigma de la llibertat (Bromera, 2010) ha guanyat
l'últim Premi Europeu de Divulgació Científica.
Per què
la llibertat és un enigma?
Perquè a
les persones sempre ens ha agradat sentir-nos lliures. Fins ara això s'havia
mesurat des d'un punt de vista filosòfic, però últimament molts descobriments
en genètica i en neurociència porten a pensar que potser no som tan lliures com
ens pensàvem. Per exemple, hi ha gens que tenen algunes variants que
condicionen que tinguem neguits espirituals o no, la nostra tendència sexual, o
que siguem més o menys agressius, altruistes o fidels. Fins i tot marquen
característiques de les tendències polítiques -si ets més liberal o més
conservador, no qui votes-. Això ha fet que sorgeixin un conjunt de
neurocientífics que proposen la hipòtesi que no tenim cap interval de
llibertat. Però és un enigma.
Vostè
pensa que som lliures?
Jo penso
que, malgrat el gran condicionament dels gens, sí que tenim un cert interval de
llibertat. Una raó clau és que som una espècie creativa. Hem basat la nostra
supervivència en la creativitat, inventem coses constantment. I som l'única
espècie que ho fa. Per crear cal tenir idees noves, que s'han de basar en una
llibertat de pensament -petita, perquè d'idees creatives en tenim molt poques
al llarg de la vida-. De fet, l'evolució ho ha afavorit: quan creem coses, igual
que quan mengem o ens reproduïm, sentim plaer, perquè és útil per a l'espècie i
li permet adaptar-se a ambients diferents. Són estratègies de supervivència.
El fet
de poder raonar no ens fa diferents dels altres animals?
Només en
una cosa: totes les altres espècies evolucionen de manera cega, per atzar, i
nosaltres som la primera espècie que pot decidir cap on vol que vagi el seu
futur.
Què me'n
diu del paper de l'entorn i l'educació en la manera com som?
Hi
influeixen molt. Durant la infància i la joventut és quan s'acaba de
confeccionar el cervell. Moltes connexions neurals vénen predeterminades, però
les funcions més elaborades es van fent en els primers anys de vida. Fins als 7 és brutal com s'interconnecten les neurones, i fins als 23
segueixen fent-ho a bon ritme. I això es fa en funció de l'ús que fem del cervell. Si
utilitzem molt una àrea, s'hi produeixen més connexions.
Els
pares hi poden intervenir, doncs.
Sí. Hi
ha persones que són de naturalesa biològica més lliures, igual que n'hi ha que
són més altes que d'altres; però la llibertat també l'hem d'aprendre, i
l'educació pot fer molt per fer persones més lliures o menys. L'interval de
llibertat amb què neix cadascú el podem fer més ampli i, el que és més
important, reduir-lo. No hem de restringir la llibertat als nens: quan tenen
una idea i els hi menyspreem, condicionem que no en tinguin de noves. Els
mutilem la creativitat, que va associada a la llibertat de pensar.
De tot
el que fem, quina part en determina l'instint i quina la raó?
Costa de
quantificar, però més del 50% del nostre comportament ve determinat
biològicament.
La
genètica determina la fidelitat?
En molta
mesura, sí. Hi ha uns gens, implicats en connexions neurals, que tenen algunes
variants associades clarament a persones que mantenen poca fidelitat de
parella. I la mateixa variant la tenen tots els mamífers que tenen la família
com a base de la seva estructura social.
L'amor
són només reaccions químiques al cervell?
Sí. Una
altra cosa és que nosaltres l'interpretem des del punt de vista bonic d'un prat
ple de flors i una posta de sol fantàstica, però es pot quantificar. Sentir-se
enamorat, atret per una altra persona, desencadena unes reaccions químiques al
cervell mesurables. Per tant, és una reacció purament biològica.
És cert
que no pot durar sempre?
Té tres
fases. Una és el contacte inicial, en què instintivament valores la
compatibilitat genètica amb l'altra persona: l'olor -que no notem- ens diu la
compatibilitat immunològica. Després ve l'enamorament: neurotransmissors i
hormones del cervell que provoquen una sensació de poca gana, una vitalitat
exagerada, desactiven la regió del cervell de la crítica a l'altre, etc.
I
aquesta fase té data de caducitat...
Hi ha un
problema: que l'enamorament duri tota la vida és impossible, perquè segueix un
sistema semblant al de les addiccions a les drogues. Per mantenir el mateix
efecte, cada cop en necessitem més aportació. En lloc de morir de sobredosi,
arriba un moment en què el cervell ja no pot fer més neurotransmissors d'aquests.
S'acaba, però durant aquest temps s'han reforçat els mecanismes de memòria, i
comença la tercera i última fase: l'amor a llarg termini, un plaer més suau
molt basat en els records. Té associades les endorfines, les hormones del
plaer.
Un olvido de Antonio Damasio
Quizá
Damasio haya olvidado que lo que dice, algo al menos y no trivial, no es suyo
sino de Freud. Así se lee en La
Contra de «La
Vanguardia», sábado, 9 de octubre de 2010, “Hemos inventado
la otra vida como paliativo para el dolor causado por esa destrucción del
vínculo entre humanos…” Freudiano, demasiado freudiano, como diría el filósofo
bávaro que no quiso serlo, Friedrich Nietzsche, pues la idea procede de El malestar en la cultura, 1929 (1930)
del primer psicoanalista. Damasio, a imitación de Michel Onfray, y quizá
también en la línea de hacerse un nombre, se atreve con una obviedad de bulto y
un no menor error epistemológico, “Freud fue pionero en la investigación del
inconsciente, aunque el psicoanálisis no sirva para curar una enfermedad mental
grave”, dice. Grave. Mas el problema no es de la neurociencia, se trata de sus
agentes. Entiendo que incluso la muy diplomática de este prestigioso neurólogo
portugués, se ve superada por la verdad del Otro que habita al sujeto
descubierto por Freud, verdad que el narcisismo pretende encubrir sin fracasar
en su intento a favor de cualquier cosa, ya sea la materialidad biológica, que
nadie, dicho sea de paso, pone en cuestión, creo, o los discursos que no
queriéndose religiosos no hacen sino apostar, quiero pensar inconscientemente
en mayor grado, por los saberes imaginarios que conforman lo que se ha dado en
llamar cultura.