SIN DIVÁN
Monique Canto-Sperber
(Elogio a la filosofía práctica)
(Elogio a la filosofía práctica)
No lo
tengo por cierto, o al menos no me resulta fácil apoyar la idea de Monique Canto-Sperber, según la cual «la prolongación
de la fertilidad cambiará nuestro mundo», (entrevista de Lluís Amiguet en La Contra de la «Vanguardia»,
13/10/2010).
Por el
contrario, todo indica que a la directora de l´École Normale Supérieure
de París le ha pasado por alto algo más actual y sin duda preocupante, aunque
ignoro, en cuanto a esto último, si para todos por igual, como es el auge del
discurso Uno, o lo que viene a ser lo mismo, las inhumanas y aun
antidemocráticas disciplinas que merecen esos calificativos en razón, en primer
lugar, de su reduccionista mirada del ser hablante, del sujeto humano tal cual
lo conocemos. En realidad, no es dable decir otra cosa de los discursos y/o
procedimientos técnicos que configuran una parte no menor de la cultura, bien
sean los estrictamente religiosos o las neurociencias, siendo estos últimos los
que, como es conocido, reducen lo humano a los genes y/o neurotransmisores,
pasando por el misticismo de las psicoterapias llamadas naturales y la yoicidad
y generalización clínico-epidemiológica de las terapias cognitivo conductuales
(TCC). Estas disciplinas ocuparían, creo no equivocarme, un lugar privilegiado
en la causa de un cambio sin duda a peor en el mundo, como el que advendría de
triunfar el sueño cartesiano: sujeto = Yo-conciencia. ¿Y la filosofía, qué dice
la filosofía, qué lugar ocupa en ese affaire la dimensión moral de este varias
veces milenario saber?
La
cuestión, no la única y tampoco trivial, que introduce la directora de
investigación del CNR y Oficial de la
Legión de Honor, no es nueva y tampoco original. Tanto es así
por ver en la filosofía –en el amor al saber, sin duda, que no a la verdad,
cabe subrayar– la solución a no pocos problemas existenciales. En otros
términos, Monique Canto-Sperber ve en lo que no es sino uno más entre los
lenitivos que hacen soportable la vida, casi la panacea a la humana existencia,
la solución, en fin, al malestar del hombre en la cultura. “La filosofía
–afirma la autora del Ensayo sobre la vida humana. Editorial Proteus.
Barcelona, 2010, y filósofa ella misma, al menos de carrera– está de moda… Hay
muchos ciudadanos que quieren aprender filosofía… les ayuda a formarse una
opinión sobre el sentido de la existencia, la pareja, la muerte… es la
necesidad de tener una opinión seria, sólida… y gracias a la filosofía conectan
con algo más profundo en su interior.”
Con
Canto-Sperber cabe aceptar que estudiar filosofía no sólo es una cuestión de
moda sino una necesidad. Esta necesidad tiene un nombre, vacío, absurdo,
angustia existencial, una idea conocida y cara a los filósofos
existencialistas, entre los que descata Albert Camus. ¿Qué hacer ante la
angustia existencial, con una vida a la que indefectiblemente le espera la
muerte, la nada? Temerario y aun se
tendría por loco a quien propusiera el suicidio como solución; y la historia,
como es sabido, loa a aquellos que han ideado discursos y procedimientos para
hacer soportable la vida. Canto-Sperber es partidaria de la filosofía, y no
tanto del sentido del más allá, esto es, del sentido que se da a la vida al
dárselo a la muerte y del goce absoluto y eterno que proclama la religión,
sobremanera la judeocristiana, y tampoco ve con buenos ojos los libros de
autoayuda, «En vez de autoayuda lean autoexigencia, o sea, filosofía»,
aconseja.
Las
virtudes de la filosofía respecto de otros discursos con análogos objetivos
quedan claros para la directora de l´École Normale Supérieure de París,
al relacionar el absurdo (idea existencialista) con una máxima ética de
Sócrates, «Una vida que no se examina no vale la pena vivirla». Su propuesta no
es ajena al sentido, que no es otro que el de la filosofía, al que añade la reflexión
racional. «Yo creo que Sócrates nos anima a encontrar sentido a nuestras vidas
con ayuda de la razón y el examen crítico de cuanto hacemos. Estoy convencida
de que la racionalidad puede ayudarnos a superar el vacío», afirma. En resumen,
el sujeto conmovido por la angustia existencial debe asumir el sentido-síntoma
de la filosofía moral en aras a su felicidad.
El psicoanálisis no puede sino discrepar de estas ideas, sin duda también
de ese convencimiento, que, en este asunto, obviamente, no supera el grado de
la opinión, de la doxa. Así es, en
primer lugar, porque la clínica enseña que la razón, el conocimiento
intelectual son insuficientes, que habitualmente no producen un cambio a mejor,
ya sea en lo intelectual, en lo moral o en la salud psíquica. De ahí la
existencia de nuestra práctica y, en primer lugar, el psicoanálisis del futuro
psicoanalista, única garantía contra la pesada losa de las identificaciones
edípicas y su injerencia en el tratamiento y aun en la lectura de los hechos
culturales.
Nihil novum sub sole. El ejercicio
intelectual y la recomendación práctica de Canto-Sperber no son, en efecto, sin
precedentes. En ese beatífico intento pedagógico a favor del desorientado
hombre postmoderno, se reconoce, salvando las diferencias, el ideal, nada más
pero también nada menos, de san Ignacio de Loyola y sus ejercicios
espirituales, y más cercano en el tiempo el del filósofo norteamericano Lou
Marinoff, conocido por su campaña en favor del mayor misógino de la antigüedad
y defensor de hacer de dos Uno, o sea, del intento de resolver la angustia de
incompletud –tal vez la suya en primer lugar– con el amor a un objeto –y qué
mejor objeto, afirmaba el alumno distinguido de Sócrates, que la filosofía–,
como queda recogido en su libro Más Platón y menos Prozac.
Por otra
parte, ¿es racional la filosofía moral, ¿cuál es su origen? Habría que
investigar hasta qué punto algunas de sus recomendaciones son la expresión de
la neurosis de sus agentes. De ser así se estaría instigando a asumir lo que al
neurótico le ha parecido adecuado (Bien supremo) para calmar la angustia, en
cualquiera de sus formas de presentación, de su neurosis.
Quizá
hubiese sido suficiente con leer a Freud en El malestar en la cultura,
(1929) [1930], para evitar ultrajes a la clínica, a la epistemología y aun a la
ética, para no desempolvar la vieja e inoperante idea de la reeducación
emocional. Es igualmente cierto que no es fácil advertir que el amor al saber,
también al de la filosofía, puede derivar en identificación, que en esta ocasión
sería a un saber ajeno a la verdad, a la verdad particular de cada persona, a
la verdad desde la que, merced al psicoanálisis, puede erigirse un síntoma esta
vez y por esa razón no hipotecado por el Destino, con más motivo si es funesto.
Octubre, 2010
José Miguel Pueyo
Monique
Canto-Sperber, filósofa:
´Ensayo sobre la vida humana´.
´Ensayo sobre la vida humana´.
"En
vez de autoayuda lean autoexigencia,
o sea, filosofía"
o sea, filosofía"
Entrevista para la
Vanguardia de LLUÍS AMIGUET
Miércoles,
13 de octubre de 2010
La Contra de la Vanguardia, nº 64
Mi condición de mujer convierte mi edad en una declaración de fertilidad, y la prolongación de la fertilidad cambiará nuestro mundo. Tengo un hijo. Nací en Argel, en un país al que nunca podré volver porque ya no existe. Soy social a fuer de liberal: una aspiración lleva a la otra
La
filosofía está tan de moda en Francia como lo estuvo el rock.
¿Se matriculan
muchos estudiantes en Filosofía?
Hay
muchos ciudadanos que quieren aprender. Hace 20 años que no paran de abrirse
cafés filosóficos,siempre concurridos, y los debates de ideas en radio y
televisión conquistan gran audiencia...
Tal vez
sea sólo una moda.
...
Autores exigentes con el lector venden grandes tiradas - hasta 30.000
ejemplares-de sesudos ensayos. Se publican revistas filosóficas populares y el
magazine Filosofie ha conseguido una difusión muy respetable. ¡Hasta se fletan
cruceros filosóficos!
¿Vacaciones
en el mar de las ideas?
Sí,
cruceros debatiendo sobre las olas. Yo misma estoy sorprendida por la audiencia
de mi programa de ética en Radio France... Pero no hago concesiones: mantengo
el nivel, porque percibo que me lo exigen...
¿De qué
filosofía hablamos?
No la
académica, desde luego, sino una más próxima a los ciudadanos que les ayuda a
formarse una opinión sobre el sentido de la existencia, el amor, la pareja, la
muerte...
No son
preguntas nuevas, doctora.
Son
preguntas eternas, pero lo que es nuevo es la necesidad de los ciudadanos no
sólo de tener una opinión, sino de tener una opinión seria, sólida, que puedan
contrastar en público.
¿Y por
qué la necesitan ahora?
En
parte, porque los medios de comunicación han descubierto el atractivo de la
opinión bien expresada y la programan en todos los formatos: encuestas,
debates, tertulias, mesas redondas...
Donde
todos opinan sobre todo.
...
Hasta crear la necesidad en el ciudadano de tener una opinión también él mismo
y por lo tanto de formarla.
¿Y eso
le parece frívolo y peregrino?
En
absoluto. Tal vez esta sea una moda pasajera y la primera atracción sólo
superficial, pero gracias a ella muchos ciudadanos conectan con algo más
profundo en su interior y crecen en ambición intelectual.
También
hay mucha frívola autoayuda.
Es
cierto que se aprovecha la moda para vender recetas filosóficas de felicidad...
Desde
hacer maratones hasta la meditación trascendental en todas sus variantes.
Suelen
ser complacientes con su lector, quien a su vez es autoindulgente. Ya hace
2.500 años que Sócrates advirtió: si quieres ser popular, sé fácil y dile a la
gente lo que quiere oír. Y la gente quiere oír que existe una receta sencilla
para lograr la felicidad.
¿Ocupa
esta filosofía el espacio que abandona la religión?
El
catolicismo en Francia y España era la formación espiritual de la mayoría, pero
ha estado tan obsesionado por la moral privada, especialmente la sexual, que ha
abandonado las demás dimensiones de lo humano.
Habrá de
todo.
Cierto.
Muchos católicos han decidido serlo en serio y han vuelto al rigor, incluso
algunos al fundamentalismo. Es un síntoma.
¿De qué?
De la
necesidad generalizada de mayor compromiso vital más allá del banal ir tirando.
¿En qué
sentido?
El
socrático: Sócrates constata que una vida sin skepsis - reflexión e indagación
profunda-no merece la pena ser vivida. Sócrates no buscaba la felicidad, como
la concibe un manual de autoayuda, sino la verdad.
La
verdad te hará libre, pero no feliz.
Eso
descubrieron los seguidores de Sócrates: la desazón del primer contacto con la
verdad, que es la certidumbre de la muerte y la nada. Los existencialistas
quedaron atrapados en esa sensación de desamparo y soledad en un universo
absurdo. ¿Para qué esforzarse en nada si la muerte y el olvido acabarán con
todo tarde o temprano?
Si no
superas ese sentimiento, no vives.
Los
existencialistas se negaron a esquivarlo o a intentar trascenderlo y quisieron
apurarlo hasta las heces: decidieron zambullirse en el absurdo hasta encontrar
un sentido en él. "No pienses el absurdo - dicen-,vívelo"...
Veo que
no le satisface esa línea...
Yo creo
que Sócrates nos anima a encontrar sentido a nuestras vidas con ayuda de la
razón y el examen crítico de cuanto hacemos. Estoy convencida de que la
racionalidad puede ayudarnos a superar ese vacío.
¿Qué
razones le asisten?
Somos
seres racionales y la primera respuesta es: "Si hago algo es porque soy
yo". Cuando examinas tu vida, tras una gran decisión estudias
instintivamente las razones por las que tú has acertado o has fracasado.
Sueles
buscarte excusas o medallas.
Lo
cierto es que ese juicio sólo puede ser retrospectivo. Sólo el paso del tiempo
nos permitirá juzgar con exactitud a posteriori. Citaré a Bernard Williams y su
Gauguin...
Cuéntenos...
Gauguin
abandonó todo: mujer, hijos, amigos, porque creyó que su talento sólo se
realizaría si se iba a pintar a Tahití... Y acertó.
Una
cumbre del arte moderno.
Pero
¿qué hubiera pasado si se hunde su barco o si llega a Tahití y tiene una crisis
creativa personal y al final no pinta nada?
Hoy
sería un mal padre y un fracasado.
Se
podría decir que lo único que puede justificar moralmente a Gauguin es el
éxito, pero sería injusto no discriminar las razones:
Veamos...
Si se
ahoga en el viaje, no podríamos culparle, pero si fracasa por su pereza o
bloqueo, entonces sí sería un desgraciado.
miércoles,
13 de octubre de 2
La Contra| página nº 64
Más
Noticias de
La Contra
Cicuta
con auditoría
Madame
Canto-Sperber profesa sin duda la skepsis socrática al vestir con sobria
elegancia no sólo su cuerpo conciso y su conversación contenida, sino también
su conducta pública, en la que ha puesto la ingrata búsqueda de la verdad por
delante de la siempre agradecida conveniencia. Ha mantenido sonados debates con
el establishment filosófico francés tanto en el Comité Nacional de Ética como
cuando fue nombrada directora de la prestigiosa École Normale Supérieure
y tuvo que beber la cicuta de la desautorización corporativa y sufrir una
cascada de dimisiones. No sé qué hubiera hecho Sócrates frente al boicot de la
élite normalien,pero ella, de entrada, encargó una auditoría...
Tsultrim Allione.
(La incidencia del budismo en el fracaso intelectual
y clínico de una lama tibetana
(La incidencia del budismo en el fracaso intelectual
y clínico de una lama tibetana
Mal comienza quien se presenta como «licenciada en budismo». Y no
por lo peculiar de ese título, que también y no es poco, sino porque el
pensamiento acrítico y la espiritualidad vacua, siempre
presididas por los aprovechados e ingenuos ideales del panteísmo,
impelen a los que sólo pueden presumir de un falso humanismo a mantener
afirmaciones tan descabelladas desde el punto de vista
clínico, epistemológico y, por supuesto, ético como las que nos da a
leer Tsultrim Allione: «Debemos ser compasivos con nuestro lado
oscuro.»
Los 66 años de esta amante de las tradiciones orientales, sus
estudios en la India y en Tíbet le han permitido llegar poco más que a
parafrasear ideas tan manoseadas y de sentido ordinario como
«Crisis significa oportunidad». (Cualquier diría que apela a una de
las reglas básicas del ámbito bursátil).
En la misma entrevista de Ima Sanchís para («La Contra» de La
Vanguardia, jueves, 19 de diciembre de 2013), podemos leer el gusto de
la Sra. Tsultrim por metáforas de un estilo tan incorrecto
como «la sombra» junguiana. Prueba de lo cual son expresiones tan
triviales como «lado oscuro» o «demonios», con las que tal vez quiera
eludir los conceptos que convienen a lo que ella pretende
exponer: lo inconsciente y el superyó. Y como era de prever, esta
budista afincada en Colorado ha hecho suyos también una serie de
chascarrillos que son habituales entre los individuos que
desconocen la naturaleza humana y la reflexión que le conviene. Así,
por ejemplo, afirma que «Cada ser tiene el potencial de despertar a la
conciencia plena».
¿Qué es la conciencia plena? Para los budistas se trataría
fundamentalmente de ser conscientes de una verdad. Pero ¿de qué verdad
se trata? La verdad que enseña la filosofía de la
unicidad, una filosofía que defiende la relación/pertenencia/unión
del ser humano con el Todo, con el Absoluto, con el Universo. Cabe
preguntarse entonces ¿cómo se ha conformado ese pensamiento
aparentemente banal y que ha dado lugar a una religión y a una
filosofía, y que abrazan algunos físicos postmodernos y sin excepción
los terapeutas cuánticos? El pensamiento budista, que como he
recordado conforma una religión y una disciplina filosófica,
aborrece cuanto tenga que ver con la dualidad, y enseña, por lo mismo,
que pertenecemos y somos una parte del Todo, del Universo. Pero
¿por qué razón los budistas detestan el dualismo? Porque los anima
un perverso anhelo subjetivo, el cual tiene su origen en un déficit en
la conformación psíquica de los padres de ese
pensamiento.
En efecto, ¿qué podemos leer en la religión y la filosofía budistas?
Podemos leer un síntoma, un anhelo, una añoranza. El pensamiento
budista encubre y desvela al mismo tiempo que el Universo,
del que sus acólitos desean ser una parte indisociable, no es sino
el Otro primigenio de la primera infancia, Otro del que no han podido
separarse los agentes de ese saber y que no anhelan menos
muchos de los que les siguen, quizá también por déficits
intelectuales y/o de otro tipo.
Como no denunciar entonces que la filosofía de la unicidad,
determinada como está por el perverso deseo de hacer de dos Uno (abrazo
narcisista mamá-bebé), se presenta en el mercado de la cultura
y es acogida en algunas universidades como edificante ejemplo de
compasión humanista.
Sin embargo, no cabe sorprenderse ante la desorientación intelectual
y ética de quien acoge el siniestro y alienante deseo de no
desprenderse del Otro primigenio (madre universal, según la
expresión filosófica), de quien anhela, por consiguiente, que dos
sean Uno. No cabe sorprenderse si se tiene en cuenta, claro está, el
inveterado horror del sujeto humano a la castración
simbólica, el desprecio por la feminidad, o si se prefiere el terror
ante la tercera y gran herida al narcisismo humano, herida que en
palabras de Freud fue el descubrimiento del inconsciente,
pues por el hecho de que esa instancia psíquica determina cuanto
hacemos pensamos y deseamos, nuestro Yo no puede ser sino un esclavo en
su propia casa.
Los ideólogos, de la que la espiritual tibetana que hoy me ocupa
parece alumna aplicada, emplean de ordinario palabras rimbombantes y
siempre acordes a la sugestiva bondad de la concordia y lo
políticamente correcto, como lo absoluto, la unicidad, una parte
integrante del Universo, la unión mística con el Todo, etc., etc.. Tal
es el malsano deseo que mueve a tocar la sensibilidad de
los que los escuchan y, por lo mismo, para mejor defender unos
ideales que sólo pueden asumir aquellos que la cultura ha rebajado a
mínimos la capacidad reflexiva y el espíritu crítico.
Quien lea los libros de Tsultrim Allione, Mujeres de sabiduría, y el último, que no supera al primero en trivialidades y errores de todo tipo, Alimentando tus
demonios (La Liebre de Marzo. Barcelona: 2013), advertirá sin
duda lo que conocía. Por ejemplo, que un demonio es una noción
persistente que nos impide ser felices. Ni que decir tiene
que para ese viaje (idea) no eran necesarias tales alforjas
(libros). Pero quizá lo más estrambótico sea que a imitación de algunas
propuestas de los psicólogos gestálticos, o al revés, Tsultrim
aconseja personalizar el sufrimiento y alimentarlo. En efecto, por
ingenuo y aun delirante que parezca, esta maestra tibetana dice: «Debes
personalizarlo [un dolor físico o emocional, tus
demonios], darle una forma física, e intentar averiguar qué es lo
que necesita». Mas la cosa no se queda ahí. Pues ordena «Transfórmate en
ese demonio, siente y piensa como él, para así poder
darle el néctar de cómo se sentirá si obtuviera lo que necesita.»
Ya saben amigos, no duden en alimentar a sus demonios, sácienlos de
exquisitos manjares o todo lo contrario, pues según esta maestra
tibetana eso es suficiente para que no les molesten. (Bendita
ingenuidad pero también aprovechada desfachatez la de la Sra.
Tsultrim, quien ignora algo tan básico y fundamental en el tema que
pretende saber como es que el superyó es insaciable, y, por
supuesto, que el método que propone es lesivo no sólo para la
inteligencia por concernir a todos los ámbitos del sujeto que
imaginariamente quiere ayudar).
Girona, 20/12/2013
José Miguel Pueyo
La venganza del saber
Sobre el psicólogo y exmonje budista Juan Manzanera
La
diferencia entre el saber y la verdad, diferencia que descubre el psicoanálisis
en el ámbito del tratamiento psicoanalítico, constituye una superación de la
más antigua establecida por el discurso filosófico entre doxa (opinión, saber parcial y limitado sobre lo real) y epistéme (ciencia o saber verdadero y
siempre sujeto a verificación acerca de lo real). Y es que, entre otros
aspectos remarcables, la verdad que descubre el psicoanálisis no atañe tanto al
objeto, aunque también, pues se trata de la verdad de cada uno de nosotros, una
verdad íntima, singular y no-toda, ya que la verdad no-toda puede ser dicha,
faltan las palabras, o más exactamente el broche biunívoco de un significante
con un significado que recoge la expresión ¡qué ha querido usted decir con
eso?, cuestión a la que Freud se refiere cuando habla del «ombligo del sueño».
Así es porque la verdad pertenece a la escena que nos determina, otra escena a
la que Freud le dio también el nombre de lo inconsciente. Se trata, en suma, de
lo que siéndonos lo más íntimo nos es asimismo lo absolutamente desconocido, pero
que no por ese desconocimiento que tiene nuestro Yo de la verdad del Otro que
nos habita (de lo inconsciente), éste, el inconsciente, no deja de determinar nuestra
manera de ser en mundo, o sea, cuanto hacemos, pensamos y deseamos.
Todo indica que el psicólogo y exmonje budista Juan Manzanera tiene alguna intuición al respecto; mientras que su epistéme, por decirlo así, es sobre el fracaso de su experiencia budista, así como de la imposibilidad de salir de ella. Esto último demuestra la fuerza de las ideologías para atrapar a las personas, y lo hacen colocándose en el lugar de la inseguridad, en el vacío, pues las ideologías no son sino saberes-objetos que oferta el mercado del saber para el ser del deseo, para el ser en falta que aspira a la completud narcisista.
Todo indica que el psicólogo y exmonje budista Juan Manzanera tiene alguna intuición al respecto; mientras que su epistéme, por decirlo así, es sobre el fracaso de su experiencia budista, así como de la imposibilidad de salir de ella. Esto último demuestra la fuerza de las ideologías para atrapar a las personas, y lo hacen colocándose en el lugar de la inseguridad, en el vacío, pues las ideologías no son sino saberes-objetos que oferta el mercado del saber para el ser del deseo, para el ser en falta que aspira a la completud narcisista.
Conocemos
por Víctor-M. Amela, quien entrevistó Juan Manzanera para «La Contra» de La Vanguardia, 15/08/2012 («Y
Osel me preguntó: ¿Tú, Juan, cuánto me quieres?»), que este valenciano de 54
años vive actualmente en Madrid y que fue monje budista durante doce, que nunca
se casó, que no tiene hijos, y que profesa la política de las personas, –quizá
por entender que existe la política de los animales–. Curioso personaje este
Manzanera, no por que cree en lo que funciona, sino porque a pesar del fracaso
de su experiencia budista afirma sin empacho que lo que funciona es la
meditación. Es más, en un alarde de sublime inocencia y ajeno a las reglas de
la contradicción, se atreve a decir que esa ancestral práctica constituye esencialmente
la gran tecnología de la felicidad, mientras que en el miedo ve al gran enemigo
de ser humano.
Víctor-M.
Amela comenta que un viejo amigo le aseguró que Manzanera era un bodisatva, algo
así como un maestro de la compasión, y que durante la entrevista le transmitió
serenidad y alegría. Manzanera confesó al entrevistador que ser monje budista
fue para él un episodio de un aprendizaje que no se detiene, y le aseguró que
la meditación no se aprende en libros por ser esencialmente una práctica, un
modo de ejercitar la mente en la atención y la lucidez. Además, que las
experiencias y las preguntas en los talleres de meditación le habían enseñado
más cosas que sus años de monacato, y que el objetivo de la meditación era sufrir
menos y con más serenidad.
Poco o
nada conoceríamos de Juan Manzanera de no haber sido entrevistado para «La Contra» de La Vanguardia, con ocasión
de la publicación de su libro Meditación,
la felicidad callada. Barcelona: Drama, 2012, sobre el que se basa la entrevista
de Víctor-M. Amela.
¿Desde
cuándo medita? –Esta fue la primera pregunta del periodista al exmonje budista–.
Desde
que tenía 22 años, hace ya 32 años.
¿Cuántas
veces al día?
Al
levantarme, por la tarde, antes de acostarme.
[Comentario
de José Miguel Pueyo, en lo sucesivo J.M.P. No parece poco: 32 años meditando
tres veces al día. Los frutos de esa inversión, casi una vida, cabe suponerlos
extraordinarios].
¿Y para
qué sirve?
Para
sentir dentro de mí un fondo en el que me siento seguro.
[J.M.P.
Manzanera se refiere a lo que el experimenta o siente meditando ].
¿Seguro
ante qué?
Ante el
miedo, el enemigo de la felicidad.
¿Miedo a
qué?
A no
cumplimentar deseos, a estar solo, a ser rechazado... A no existir.
Es
verdad: eso da miedo.
¡Y por
eso inventamos religiones, ideologías, hermandades y clubs de fútbol!
¿Para
sentirnos arropados?
Sí. Pero
meditar enseña que no hay de qué tener miedo: descubres que en tu fondo
esencial ¡todo está en paz, todo!
Qué
estupendo sentirse así, ¿no?
Es la
felicidad callada. No depende de comprar o tener cosas. La llevas dentro. Y la
meditación te ayuda a recordarla.
¿Es la
meditación una tecnología de la felicidad, pues?
Sí: te
ayuda a ser lo que eres en tu fondo. Se conoce desde antes del budismo, hace
miles de años. ¡Y la ciencia ratifica que funciona!
¿Cómo
opera este método?
Enseñándote
a focalizar la atención.
¿Focalizarla
en qué?
En vez
de hacerlo en lo que nos provoca sufrimiento, ansiedad o depresión, se trata de
focalizar la atención en lo que proporciona serenidad, satisfacción y plenitud.
¿Es
fácil?
Si
perseveras, en menos de un año notarás los efectos benéficos.
¿Me
garantiza felicidad?
Si
padeces una depresión... aprenderás a no identificarte con tu depresión.
¿Cuál es
la clave de la felicidad?
Dan la
pista los estudios de la psicóloga Laura King: "Lee menos libros de
autoayuda y ayuda más a otros". ¡Es la clave!
¿Por
qué?
¡Es el
modo de salir de uno mismo! Estar demasiado atento a tu ego, pendiente de uno
mismo... ¡es un atajo a la infelicidad!
¿Cómo
llegó usted a la meditación?
Aprobé
todas las asignaturas de primero de Ingeniería, algo muy difícil, pero en
segundo curso me sobrevino una crisis galopante.
¿Qué
pasó?
Un amigo
que terminaba la carrera... cayó en depresión e intentó suicidarse. Me
pregunté: "¿Para qué todo este esfuerzo?"
¿Encontró
respuesta?
No. Me
colgué una mochila y me lancé al camino por Europa, recogiendo fruta... Al cabo
de año y pico así, decidí irme a India.
¿Qué buscaba
allí?
Llevaba
dos años moviéndome, buscando un sentido a todo. Y al llegar a un monasterio
cerca de Katmandú, me detuve. Sentí que allí podía encontrar un sentido.
¿En qué
se basó?
En la
serenidad del lama Yeshe y el lama Zopa. Me enseñaron a meditar. Volví a España
y viví en la única comunidad budista que había. Les traje al primer lama... y
luego me ordené monje budista en India.
¿Conoció
al Dalái Lama?
Sí. Su
sola presencia es transformadora.
¿En qué
se parecen el monje cristiano y el budista?
En la
austeridad, en el celibato, en el estudio, en la oración. Y el monje budista
indaga acerca de qué es la realidad, y medita.
¿Y qué
le aportó ser monje budista?
Ahondar
en el conocimiento de mi esencia.
¿Cómo se
alcanza eso?
¿Qué hay
en ti que siempre está?
La vida.
¡Muy
bien! Esa es la experiencia perenne. Siempre está. Puedes decirte: "Soy la
vida".
¿Yo no
soy yo?
¿Qué es
yo? Trasciéndelo: está la vida.
¿Ha
vencido el miedo a la muerte?
Es el
cuerpo el que tiene miedo a morir: sentiré miedo si me identifico con mi
cuerpo. Pero no si siento que morir es volver a casa.
¿Le
ayudó el lama Yeshe?
Mucho.
Cuando murió, se reencarnó en el pequeño lama Osel Hita.
Aquel
niño de la Alpujarra
granadina.
Entre
una serie de campanas, ¡reconoció la del lama Yeshe! Fui su preceptor en India.
¿Qué
edad tenía el niño?
Unos
seis años. Era muy normal, juguetón... Yo le hacía estudiar, disciplinarse...
¿Qué ha
sido de Osel?
De
adulto lo dejó todo, estudió cine, vive en España y hace años que no nos
vemos...
¿Y qué
hizo usted?
Siendo
niño, el lama Osel me preguntó un buen día algo que me descolocó, que me cambio
mi paradigma de monje...
¿Qué le
preguntó?
"Tú,
Juan, ¿cuánto me quieres?"
¿Y?
¡No supe
contestarle, nunca nadie me había preguntado eso en toda mi vida de monje! Dos
años después, colgué los hábitos.
¿Y eso?
Sentí
que me había estancado.
¿Y qué
hace ahora?
Imparto
talleres de meditación en España.
¿Cuál es
la enseñanza primordial?
Que la
felicidad es un estado mental. Y que vale la pena cultivarlo..., sin abdicar de
una gratificante vida laboral, social, material... Explico que se trata de
"darse cuenta".
¿Darse
cuenta de qué?
Sin el
"de qué": ¡darse cuenta! Sólo ser consciente del instante presente.
De la vida.
La
terapeuta Xabela Vargas, coautora con David Bosch Pi de Levántete (Bubok, 2006), y creadora del método Bengala de
crecimiento personal.
Agosto, 2012
José Miguel Pueyo
COACHING.
(De la impostura d’un discurs postmoderno)
(De la impostura d’un discurs postmoderno)
Algunes empreses espanyoles, enlluernades per la potència econòmica
d’Estats Units, han assumit aquest producte cognitiu-conductual
típicament nord-americà del coaching. El narcisisme dels caps
d'empreses, en conjunció amb la crisi econòmica, ha donat pàbul als
coach i explica que, en la desorientació d’uns i altres, alguns encara
segueixin contractant els seus serveis.
La concepció que té de la veritat i la mentida Mª Jesús Álava no
supera el mínim examen epistemològic. Aquesta madrilenya, que ha vist
una oportunitat de fer negoci en el camp del coaching
dirigint el projecte La felicitat productiva, desconeix, entre
altres aspectes, que la veritat és no-Tota, i que tant la veritat com la
mentida són producte de la realitat psíquica d’una
determinada persona (subjecte a l’inconscient) i, per tant, ambdues
guarden relació amb la veritat, sempre singular, de cadascú. Aquest
descobriment psicoanalític és fonamental per a l’èxit en
qualsevol de les seves formes, ja que és la clau de la ètica, també
en los negocis.
Tot indica que aquesta pedagoga només està interessada en la vessant
suggestiva, adoctrinadora i ideològica de la paraula, factor a superar
per a una millor gestió empresarial, tant pel
treballador com per l’empresari, així com a la vida privada d’ambdós
protagonistes de la societat neoliberal.
Girona, 1 de novembre de 2016
Jordi Fernàndez
En neopanteísmo de Ana María Oliva
Ana María Oliva |
Pase la referencia
religiosa –añade mi amigo–, y aunque no seré yo quien haga más estillas del
tronco caído, no crees tú –continua– que sólo quien no sepa lo que acontece en
este mundo puede concluir que «Si no ves a Dios en todo…, no ves nada». (Mi
amigo me acerca una entrevista realizada por Víctor-M. Amela a la doctora Ana
María Oliva, «Cada pensamiento cambia tu biocampo electromagnético», La Contra.
La Vanguardia. Jueves, 19 de junio de
2014, y su lectura me permite coincidir con su análisis. Añade mi amigo que no
espere nada mejor del libro objeto de la entrevista, Lo que tu luz dice. Un Viaje desde la Tecnología hacia la
Consciencia. Editorial Sirio. Barcelona. 2014. Veremos.
¿Quién
soy?
Todo indica que para
la Directora en Instituto Iberoamericano de Bioelectrografía Aplicada, además
de Business Partner en Lyoness AG, el aspecto más importante y, por
consiguiente, definitorio de la naturaleza humana es la materia, y la materia
en tanto energía. Escuchémosla: «Materia es energía, mesurable en frecuencias
de ondas, invisibles unas, visibles otras… ¡Luz!»… «Como el universo, somos
hologramáticos: cada parte contiene la información del todo.»
Causa sonrojo –apunta
mi amigo– tener que recordar que la materia es importante, pero en modo alguno,
y tampoco como energía, constituye un factor decisivo y menos definitorio del
sujeto humano. No somos fundamentalmente «holo», tampoco «halo», y menos
«aura», como imagina la doctora Ana María Oliva.
Siguiendo con lo que
es más que un juego de palabras, es dable señalar que si algo somos los sujetos
humanos –añade mi amigo– es «gramáticos». ¡Pues que sería del bebé, baste
indicarlo así, si se le impidiese aprender a hablar, qué sería el ser humano
sin la palabra, sin el lenguaje, tan singular que nos diferencia radicalmente de
los otros animales. En fin, que sería de nosotros sin el Otro, sin ese lugar
inconsistente por la falta de un significante, o sea, sin el Inconsciente que,
como ámbito psíquico de la palabra y del deseo, determina cuanto hacemos,
pensamos y deseamos. Sin el Otro del lenguaje, en el mejor de los casos
estaríamos ante el niño salvaje conocido como Víctor de Aveyron.
Niño salvaje, Víctor de Aveyron |
¿Qué
ofrece el campo bioelectromagnético, o con mayor precisión si cabe, qué promete
el análisis del aura?
Muchas y ninguna de
ellas despreciable. Quien lo asegura es la doctora Ana María Oliva. En su
pintoresco modo de ver la realidad sigue de cerca las delirantes conclusiones
del director del Instituto de Investigación de la Cultura Física, de San
Petersburgo, Konstantin Korotkov, quien creyó haber fotografiado el espíritu o
el alma dejando el cuerpo en el instante de la muerte. En realidad, nada hay de
místico o transcendental en su experimento, pues se trata de la visualización
de descarga de gas (Gas Discharge Visualization), una técnica avanzada de
fotografía de Kirlian, método que muestra, en tomos azules, la energía,
digámoslo así, que en último suspiro deja el cuerpo.
En primer lugar, a
las creencias apuntadas habría que añadir un gravísimo atentado contra la
epistemología y la clínica, como es afirmar que el estudio del aura arroja
datos diagnósticos incuestionables, «el biocampo corporal… la imagen
electrofotónica… [en suma, el aura, dice], vigila tu páncreas, tiroides, colon
y aparato urogenital. Y veo triste tu corazón.»
En segundo lugar, la
doctora Ana María Oliva sigue a Korotkov en la idea, por demás conocida, de los
efectos de algunos alimentos, el agua, las bebidas alcohólicas e incluso los
cosméticos, quien llegó a afirmar que el aura de los norteamericanos presenta
la negatividad de muchos de los alimentos que consumen. En la crítica a esa
cultura tecnológica, Ana María Oliva llega a sostener que «si empuñas un vaso
con licor, tu aura se resiente. Si lo bebes, aun más… Sí. El campo energético
del licor altera tu biocampo». (Lo que no dice esta doctora es la diferencia
que ejerce en el organismo entre el wisky de siete euros la botella y el
Glenrothes 16. Se lo preguntaremos, –dice sonriendo mi amigo–, no tanto para
dejar el espirituoso licor sino más bien por si tuviera que cambiar de marca.)
Aspecto distinto,
por lo que tiene de verdadero, es que la palabra afecta al cuerpo. Los
psicoanalistas, desde Freud, lo conocemos y lo observamos a diario en los
analizantes. Mientras que apelar al uso de las buenas palabras con la esperanza
de que algo cambie, estructuralmente hablando, como asegura Ana María Oliva,
hace pensar más en un consejo de tertulia televisiva que en una recomendación
con criterio científico. Y, en realidad, qué otra cosa cabe decir cuando uno
escucha «Un día, parodiando y burlándome de los que hablan suave, empecé a
decir “dime, amor”, “hola, cariño”, “bonito, cielo”… ¡Y…cambié!... “Se
dulcificó mi carácter” Ahora llamo a todo el mundo “corazón”… ¡y me hago bien!»
La sugestión mueve
montañas. Cierto, pero no es menos que su duración en tan breves como rápidos
son sus efectos, y que sus secuelas suelen duplicar al menos el padecimiento originario
y siempre la ignorancia. Más siendo uno libre, también es responsable, como no
se dice menos, de responder a su malestar con los paliativos que considere
oportunos.
Pese a los distales,
estamos de acuerdo con la doctora Ana María Oliva en algo que asevera, «Tu
sistema de creencias te construye». Y es que a ella, también en este caso, han
sido sus creencias las que le han hecho llegar hasta donde ha llegado.
Blanes, 22 de junio
de 2014
José Miguel Pueyo
José Miguel Pueyo
Del revival místico-panteísta
de un filósofo postmaterialista
de un filósofo postmaterialista
Decir que conversar con el autor de Inteligencia vital. Una visión postmaterialista de la vida y la conciencia
(Editorial Kairós. Barcelona: 2016) es «inspirador y estimulante», como
señala el periodista Víctor-M. Amela, y al mismo tiempo obviar
constructos delirantes de filósofos como Pitágoras de Samos, Parménides,
Platón, Plotino y Spinoza, por ejemplo, quizá no permita
advertir, al menos a algunos lectores de La Contra de la Vanguardia,
el deseo narcisista que implica el abrazo con el Otro (Hacerse Uno con
el Otro, en este caso con el Universo) que
propende la Filosofía No-dual (advaita), de la que es acólito Jordi
Pigem.
Por consiguiente, afirmar, como hace Pigem, que el paradigma
materialista se agota, tanto más que sacar a colación la obsoleta idea
panteísta de que somos parte del universo y los ideales
metafísicos platónicos del Alma del Mundo, denuncia que lejos de la
liberación (mukti) del deseo, del cuerpo y de cuanto es fenomenológico,
los espiritualistas están absolutamente determinados
por el malsano deseo de goce-Todo y el horror vacui, aspectos que
caracterizan a la sanación cuántica y al paradigma holístico.
En Pigem se reconoce asimismo el misticismo de la conciencia
antirreflexiva, o sea, de un tipo de conciencia sin pensamiento crítico;
y siendo este doctor en filosofía amante del budismo zen, el
taoísmo y el misticismo cristiano del maestro Eckhart, esto es, de
las metáforas y de la adjetivación demagógicas, no puede sino sentir
repulsa hacía la castración normalizadora del deseo no
menos que de la ética que aleja a los humanos de la imaginaria y
siempre ególatra pretensión de ser como dioses.
Girona 11 de noviembre de 2016
José Miguel Pueyo
Transhumanismo, o de cómo la psicología cognitiva y las investigaciones en
inteligencia artificial pretenden crear a un hombre nuevo
Que la ética de los ideales y del Bien Supremo, las
nuevas tecnologías y la psicología cognitivo conductual hayan confluido en el antihumanismo
de última generación es algo de lo que no cabe extrañarse, y como tal vez diría
el genial bávaro que fue Friedrich Nietzsche (1844-1900), si alguien no lo remedia
han venido para quedarse. De la manera de ver al hombre nuevo y transformar al
antiguo nos habla sin mencionar la ideología que profesa una de las personas
que conforman el grupo de los llamados transhumanista, y que como los acólitos de
la misma también él tiene la pretensión de haber encontrado la clave para
superar la condición humana mediante la inteligencia artificial y las nuevas
tecnologías y, por supuesto, la psicología cognitiva.
Sin duda esto es algo que concierne al investigador, conferenciante,
científico, escritor, además de colaborador de la UIMP-Barcelona (Universidad
Internacional Menéndez Pelayo), Anders Sandberg (11 de julio de 1972), quien no
duda subrayar (en la entrevista de Lluís Amiguet, para La Contra, de La Vanguardia, miércoles, 16 de julio de
2014), que los humanos somos torpes para descubrir qué nos hace infelices.
La ideología
transhumanista, o del hombre nuevo como superación de la condición humana
Por lo tanto, si se gesta un “nuevo hombre”, el
“antiguo hombre” (es decir, el de hoy) será un mero pasaje de tránsito
evolutivo.
Ese “tránsito” entre lo humano no deseado y el
“post-humano deseable”, será lo que los mismos ideólogos modernos futuristas
designarán como "transhumanismo”.
El biólogo y eugenista Julian Huxley parece ser que
fue el primero en utilizar dicho término –transhumanismo-, aunque tampoco hay
que prestar especial atención a los neologismos modernos que cambian y se
renombran según las circunstancias. A fin de cuentas, el transhumanismo se
define a sí mismo (“The Transhumanism FAQ”, 1999), como “el movimiento
intelectual y cultural que afirma la posibilidad y el deseo de mejorar
fundamentalmente la condición humana a través de la razón aplicada.”
Si se vuelve atrás en el libro, y se lee la definición
galtiana de eugenesia del siglo XIX (Capítulo 3), no se encontrarán muchas
diferencias: “mejorar la condición humana” supone “mejorar o menoscabar” los
aspectos “indeseables” de la misma. ¿No es así? ¿Por qué toda esta gente
parece ser la misma y dicen lo mismo a lo largo de más de cien años? Pues
porque son la misma gente: el primo de Sir Francis Galton, Charles Darwin, fue
amigo y colega académico del miembro de la Sociedad Eugenista, Sir Thomas Henry
Huxley, que fue el abuelo de Julian Huxley, que utilizó por primera vez la
palabra “transhumanismo”, y que fue hermano deAldous Huxley, autor del clásico
futurista, “Brave New World”, que supondrá ser un referente literario clave del
“futurismo” de todo el resto de siglo XX. Se trata de una misma gente con una
misma premisa: la ciencia aplicada al servicio de la “evolución” del ser
humano; en definitiva, intervenir activamente en “una mejora” de la condición
humana, es decir, hacer un “hombre nuevo”, no ya sólo como “ideal social” (como
se vio anteriormente), sino como individuo concreto que aspira a nacer
como “posthumano”.
Y así lo llaman: “post-humano”. Según el ideólogo
transhumanista Raymond Kurzweil, “la evolución biológica es muy lenta para
la especie humana”. Esta cita delata algo bastante sospechoso: cuando un
“proceso” se valora como lento, sólo se puede hacer con respecto a la previsión
de culminación de dicho proceso, o con referencias temporales con otro
proceso paralelo. ¿Por qué tanta prisa “evolutiva”? Hay que llegar a tiempo a
una cita: el nacimiento del “nuevo hombre”. ¿Qué herramientas se tienen para
gestar ese requisito? La tecnología, o con más precisión, las “nuevas
tecnologías”.
El transhumanismo aboga por una sinergia científica
alrededor de la “superación de lo humano”. ¿Dónde va a ubicarse el origen de
esta “comunidad científica” autodenominada “transhumanista”? ¿Se recuerda la
región del mundo donde irrumpía el cuerpo infra-material expuesto en el
Capítulo 2? En los países occidentales. ¿Se recuerda en qué país con mayor
explosión? En Estados Unidos.
¿Se recuerda incluso en qué ciudad de manera más
horrorosa? En Los Angeles, la capital del cine, de la industria del sexo, de
los neo-espiritualismos, de la onda pop de losbeatniks, los hippies, The Doors,
del satanismo, de la cirugía plástica, de Beverly Hills, delShowbusiness, del
bodybuilding, del origen del SIDA… Los primeros científicos autodenominados
“transhumanistas” se arremolinarán alrededor de la Universidad de California,
en la década de los sesenta y setenta.
¿Cómo se
consigue un hombre nuevo?
Al afirmar que somos torpes para descubrir qué nos
hace infelices (en la entrevista de Lluís Amiguet, para La Contra, de La Vanguardia, miércoles, 16 de julio de
2014), nos viene a decir que él conoce la razón última y esencial por la que
los seres humanos somos infelices. En realidad, está cuestión no es tan fácil como
Anders Sandberg supone, y en lo que pretende saber no va menos errado que otros
muchos científicos, profesores y/o conferenciantes.
Todo indica que este investigador, con sus 42 años
recién estrenados, ignora la razón de la infelicidad de no pocos de los parados,
también los de nuestro país; por no mencionar a las personas que saben que el
cáncer los conducirá al cementerio, tanto más a los que empezaban a disfrutar
de una merecida jubilación. Pero si el simpático científico sueco sale con
aquello de que no se refiere a la infelicidad coyuntural, o sea, que él no
habla de la infelicidad efecto de un traumático y penoso suceso actual, sino
que se refiere a aquella otra más profunda, la infelicidad estructural, o sea, a
una infelicidad consustancial a naturaleza humana, por lo mismo, a la
circunstancia de ser sujetos humanos y no dioses, bueno, en eso sus ideas no
superan a las trasnochadas de la ética de los ideales, en suma, a los
planteamientos epistemológicos y morales conocidos desde los orígenes de la
nauseabunda filosofía práctica y el asimismo ideológico y narcisista
pensamiento religioso.
La existencia de esos objetos, antiquísimos, que
alguien le dio en llamar libros, no parece ser el fuerte de este joven colaborador
de la UIMP-Barcelona (Universidad Internacional Menéndez Pelayo). En realidad,
el problema no es ese. Como es conocido los libros pueden ir a favor de la
inteligencia e incluso de la ética, pero también suelen introducir en la cabeza
de los no precavidos y gente de buena fe los mayores prejuicios y un sin número
de proposiciones acordes a los delirios establecidos desde las tinieblas de los
tiempos.